La convocatoria de la CGT a Plaza de Mayo en contra de la reforma laboral tuvo que atravesar una jornada tórrida, con temperaturas superaron los 33 grados en el centro porteño, y por eso los militantes no sólo llegaron a la protesta con banderas sino también con decenas de paraguas para protegerse del sol. Tampoco dudaron en refrescarse en un camión cisterna, estacionado sobre Hipólito Yrigoyen casi Diagonal Sur, que con sus tres canillas alivió a muchos de los presentes.
La histórica plaza no resultó colmada como en otras ocasiones pero sí llamó la atención de la gran variedad de agrupaciones sindicales, sociales y políticas presentes, identificadas por banderas o pecheras de sus adherentes, en rechazo a la denominada «modernización laboral». Los parlantes dispuestos por el perímetro de la plaza no pararon de lanzar advertencias sobre los «peligros» para los derechos de los trabajadores en caso de su aprobación en el Congreso: «vas a trabajar más horas y cobrar menos» o los riesgos de percibir una menor indemnización en caso de despido.
Llamó la atención también que casi no hubo presencia del kirchnerismo: se vieron pocas banderas de La Cámpora y a la intendenta quilmeña y diputada provincial, Mayra Mendoza, ingresó a la plaza junto a la otros referentes de la agrupación kirchnerista por Avenida de Mayo y Defensa. Tambíén asistieron otros jefes comunales peronistas, como Jorge Ferraresi, de Avellaneda.
También dijo presente el gobernador bonaerense Axel Kicillof, que aseguró que «no hay sector al que le vaya bien» con el actual trazado económico y que se convive con «una situación de alerta».
Así a lo largo de la Avenida de Mayo y las diagonales Norte y Sur se iban repartiendo los grupos de camioneros, estatales, municipales y las columnas de dirigentes y militantes de las distintas vertientes peronistas. Hubo muchas banderas y los típicos globos de helio que sobrevolaban el histórico paseo porteño y debieron esquivar los drones que filmaron la movilización.
Las altas temperaturas hicieron que decenas de manifestantes llegaran a la marcha munidos de botellas de plástico partidas, con el clásico fernet, gaseosa, agua saborizadas o un contenido impreciso. Lo importante, pasado el mediodía en el cálido cemento porteño, era refrescarse a como dé lugar. Las parrillas, algunas refugiadas bajo improvisados gazebos, también ofrecían sombra a mas de un militante al igual que las galerías ubicadas sobre Yrigoyen o las fachadas de La Catedral porteña o del Banco Nación, en este caso, recostadas sobre Rivadavia.
Tal vez por la tórrida jornada o por los cambios sociales de estos tiempos, el acto resultó llamativamente breve. Pasadas las 15.30 la desconcentración de la marcha de la CGT se hizo en forma ordenada con caminatas de los distintos sectores rumbo a los puntos de concentración de cada gremio.
A la par del documento difundido por la CGT en contra de la reforma, la mayoría de los gremios pronunciaron fuertes críticas a los principales cambios laborales alentados por el Gobierno. Hubo allí quejas por el desfinanciamiento del sistema previsional y de las obras sociales administradas por los sindicatos, y cuestionamientos por el impacto de la reforma en el futuro del empleo y la precarización laboral.
Tampoco faltaron advertencias más fuertes sobre una escalada de la conflictividad social y hasta la denuncia del gremio que agrupa a los trabajadores de la ANSES (APOPS) sobre los efectos en los ingresos de los jubilados. Al respecto, bajo el título de «Cuando el ajuste empuja la desesperación», el gremio difundió un comunicado en el que expresó su preocupación por el grave episodio que ocurrió en una delegación del organismo, donde el jubilado intentó prenderse fuego ante la falta de recursos. «La seguridad social no puede administrarse con crueldad ni indiferencia», advirtieron desde la entidad sindical.

