Una de las apuestas de infraestructura más ambiciosas de América Latina está en marcha: el Corredor Bioceánico Vial. Este proyecto busca conectar Brasil, Paraguay, Argentina y Chile a través de una red de carreteras que atraviesa el continente de océano a océano. Con impacto económico, político y estratégico, promete convertirse en un nuevo eje de integración regional y en un serio competidor del Canal de Panamá.
Una alternativa terrestre que desafía la hegemonía marítima

Con una longitud proyectada de más de 2.290 kilómetros, el Corredor Bioceánico Vial unirá el puerto chileno de Coquimbo con la ciudad brasileña de Porto Alegre. El recorrido cruzará ocho pasos fronterizos y regiones estratégicas, convirtiéndose en una arteria terrestre clave para el transporte de mercancías. Estimado en 10.000 millones de dólares, este corredor tiene como objetivo reducir tiempos logísticos y costos de exportación, evitando cuellos de botella como los del Canal de Panamá, donde los barcos pueden llegar a tener una demora de hasta cuatro días para cruzar.
Su puesta en marcha, prevista para 2026, promete reconfigurar el tránsito comercial en el Cono Sur, posicionando a Sudamérica como un puente entre Asia y el Atlántico.
Paraguay y Chile, motores clave del proyecto

Paraguay, uno de los impulsores más entusiastas, pronostica una disminución del 25% en los costos logísticos para sus exportaciones agrícolas, especialmente la soja, de la que es cuarto exportador mundial. Según su gobierno, este nuevo acceso al Pacífico permitirá llegar a mercados asiáticos sin depender exclusivamente de rutas fluviales o del canal interoceánico.
Chile, por su parte, ha tomado medidas concretas. Varios ministerios han acordado un plan de acción para acelerar los tramos nacionales del corredor. El ministro de Economía, Nicolás Grau, subrayó que se trata de una “pieza clave” para el desarrollo regional y la expansión económica a largo plazo.
Más que transporte: Una estrategia para el futuro

Además de facilitar el comercio, el corredor apunta a dinamizar zonas productivas como el Gran Chaco paraguayo, el noroeste argentino y el centro brasileño. Permitirá unir polos agroindustriales, mineros y logísticos con los mercados más competitivos del mundo. No obstante, el éxito del proyecto requerirá armonizar normativas aduaneras, sanitarias y migratorias entre los países involucrados.
El reciente respaldo político —reafirmado por los presidentes Gabriel Boric y Santiago Peña en Uruguay— marca una señal clara: Sudamérica quiere dejar de depender de rutas externas y apostar por una infraestructura moderna que impulse su integración y competitividad global.