Un pomelo, por ejemplo, alberga hasta 200 larvas de mosca. De las cuales, unas 100 son hembras que se reproducen en 800 o 1.000 adultos cada una. Así, de un pomelo pueden salir 100.000 moscas. Por este motivo es que, en los valles productivos de la Patagonia, se libra cada año una batalla silenciosa para evitar que esa plaga se propague en los frutales, lo que causaría pérdidas millonarias en dólares. Por ejemplo, todas las exportaciones de cerezas, manzanas y peras de la Patagonia que salen por los puertos del Pacífico a Estados Unidos, Perú, Ecuador o Colombia, no podrían hacerlo si se altera el estatus de zona libre de mosca. A nuestras cerezas, casi nadie las compraría, porque China es libre de mosca. El combate se hace mediante la liberación de machos estériles para cortar el ciclo reproductivo. Unos 1.000 millones de estos insectos se diseminan por avión o con camionetas cada temporada, que va de octubre a mayo.
Este año, por primera vez en la historia de este programa que se inició en 1996, el sector público (Estado nacional o provinciales) no tuvo que realizar ningún aporte, y los recursos salieron todos del canon que pagan los productores de fruta (desde los más chicos a los más grandes), por cada kilo de fruta que se envía a mercado interno, a exportación o a la industria juguera.
La semana pasada se hizo la jornada de fin de temporada del programa en la sede que tiene en Allen, en el edificio de la Federación de Productores de Fruta de Río Negro y Neuquén. Desde +P dialogamos con Alejandro Mongabure, ingeniero agrónomo y desde 2016 Coordinador del Programa Mosca de la Patagonia. También con Claudia Stazionati, agrónoma y entomóloga, quien está a cargo del laboratorio. Allí se analiza la efectividad de los insectos liberados, entre otras cosas.
Es necesaria una primera aclaración: las moscas liberadas no tienen nada que ver con las habituales que pululan por los hogares del Alto Valle. Estas, para poder realizar su monitoreo, tienen un pigmento rojo y son de ese color.
La relevancia internacional del programa se puede determinar si se tiene en cuenta que solo durante este año, se realizaron 6 inspecciones por parte de técnicos del organismo sanitario estadounidense conocido como APHIS, que significa Servicio de Inspección Sanitaria de Animales y Plantas (por sus siglas en inglés), y que forma parte del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Visitaron Gaiman, Cinco Saltos, Villa Regina, General Roca, Darwin y Centenario. Son profesionales argentinos contratados por la sede que ese organismo tiene en Buenos Aires. Vinieron y verificaron que no existieran moscas fértiles en las trampas que se ubican en distintas localidades de la región.
Mongabure aclara que, antes de que se pusiera en marcha este programa, “había infectaciones menores en las zonas urbanas, nunca en la zona rural, jamás”, por eso hoy “la mayoría de las acciones se hace en zonas urbanas”. Gracias al trabajo que se hace cada temporada y a las inspecciones externas es que “se puede seguir comercializando frutas sin restricciones”.
Un gran paso de este programa fue haber logrado que China reconociera, en el año 2021, a la Patagonia como área libre, lo que permitió exportar cerezas al mayor comprador mundial de este fruto. Las restricciones que se aplican a un país que no es libre de mosca son muy costosas para toda la cadena productiva. Básicamente porque a los embarques se los somete a procesos cuarentenarios.
Solo la Patagonia —y una parte de Mendoza— son zonas libres de mosca, pero el resto del país no. Por eso existe un “canal verde” donde se verifican (en los puentes sobre el río Colorado o en aeropuertos patagónicos) desde grandes cargamentos a pequeños envoltorios, sobre todo de cítricos, un fruto hospedero por excelencia para estos insectos.
Unas 50 personas llevan adelante el programa, de las cuales 35 se desempeñan en el Alto Valle. Hay presencia también en Valle Medio, Valle de Conesa, Valle Inferior, valle de Río Colorado, Valle Inferior del Río Chubut, en la Comarca Andina (El Bolsón), Los Antiguos en Santa Cruz, y en Sarmiento, provincia de Chubut, que es un lugar de exportación de cereza.
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Equipo completo para la lucha silenciosa contra esta plaga, hoy controlada en la Patagonia.
Desde lo institucional, el Programa Mosca es administrado por la Fundación Barrera Patagónica (FUNBAPA), que “es un ente sanitario inscripto en SENASA y por eso puede ejecutar el programa. Nosotros tenemos que presentar los programas operativos anuales a SENASA, tenemos un convenio, y ellos te hacen auditorías sobre tus procesos”, aclaró Mongabure. Dentro de esta entidad, funciona la “Comisión de Sanidad Vegetal”, que está integrada por representantes de los gobiernos de las provincias patagónicas, representantes de los empresarios exportadores nucleados en la CAFI, de la Federación de Productores de Río Negro y Neuquén, y de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (CAPCI), y representantes del SENASA. El jueves pasado todos confluyeron a la sede de la Federación de Productores para hacer el balance anual.
Autonomía para el control de la plaga
“A partir de este año, la compra de las pupas, el servicio de liberación por avión y todo el personal es financiado absolutamente por los productores patagónicos”, destacó el coordinador técnico. Pero además realizaron una inversión en dos cámaras frigoríficas que representaron todo un desafío tecnológico, porque deben trabajar a 22°C para hacer nacer las pupas, y luego bajar a 1 o 2°C para enfriar a la mosca recién nacida. Así se logra un “noqueo” térmico que permite que entren en una especie de letargo, para poder luego acomodarlas en los recipientes para su posterior liberación. Antes, se trabajaba con moscas ya vivas, a las cuales en las bolsas de liberación se les tenía que incorporar un alimento.
Mongabure explicó que “la principal técnica de control —que fue hecha durante años— es la utilización del insecto estéril, para la cual se compran pupas de machos estériles de mosca del Mediterráneo, que en este momento vienen de un insectario de Mendoza”.
Recordó que “antes las moscas se ponían en bolsas y se liberaban. Se tenían que meter con alimentos dentro de la bolsa de papel. Ahora compramos las pupas. Las hacemos nacer acá, las criamos, les damos de comer, las hidratamos, esperamos que tengan la madurez sexual —que es a los cinco días— y se liberan, ya sea por avión o de forma terrestre, por una máquina que hemos inventado”. En toda la temporada se liberan 1.000 millones de moscas, a razón de unos 30 millones por semana entre octubre y mayo.
Uno de los mayores beneficios de esta técnica es que no contamina el ambiente como otros métodos de control de plagas. La liberación se hace sobre áreas urbanas del Alto Valle del Río Negro, sobre todo en las ciudades más grandes, y en algunas localidades de Valle Medio.
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Mosca de los frutos estériles, listas para ser dispersadas en las zonas productivas.
“Es una técnica no contaminante, que se aplica en muchos lugares del mundo”, aseguró el coordinador, y agregó que “esto, con el uso de frío (bajar la temperatura del insecto para inmovilizarlo), se llama Técnica del Adulto Frío. Y junto con la provincia de Mendoza, somos los que lo aplicamos en la Argentina, y los resultados son excelentes”.
Consideró que “esto es como una vacuna: si llega a entrar un insecto fértil desde afuera —ya dijimos que el resto del país está infectado—, el estéril copula a la hembra fértil, y la hembra fértil pone huevos que no son fecundos y no da descendencia, por lo tanto se interrumpe el ciclo de la plaga”.
Clave para las exportaciones
Stazionati, luego de aclarar que “en la naturaleza nunca dos más dos da cuatro”, puso un ejemplo solo para facilitar la comprensión del riesgo que encierra el ingreso de una sola fruta hospedera a la Patagonia.
“Si entra por barrera (por el aeropuerto, por ejemplo), una fruta larvada con 200 larvas, esas 200 larvas se transforman en pupas, y de esas 200 pupas se transforman en adultos. Así podemos ver lo exponencial que es el proceso”. Y siguió explicando: “Si de esos 200 adultos, 100 son hembras y 100 son machos, cada hembra de esas 100 pone entre 800 y 1.000 huevos”. Por lo tanto, “el ingreso de un solo pomelo infectado representa unas 100 hembras, lo que se traduciría en 100.000 moscas adultas».
Aclaró que la mosca “es una plaga cosmopolita. ¿Cosmopolita qué significa? Que se adapta a todas las condiciones de clima y de hospederos”, y como ejemplo citó que en la provincia de La Rioja, “ataca a la aceituna”.
En los laboratorios, entre otras cosas, se busca si en las capturas hay algún ejemplar fértil. También si hay machos estériles, porque alguno tiene que haber para verificar que la liberación fue efectiva y llegó a los lugares indicados. Eso es rutinario y, además de las 6 inspecciones encomendadas por el gobierno de Estados Unidos, este año también el gobierno de China hizo un monitoreo del plan.
Gracias a esas verificaciones, se lograron detectar dos focos de mosca, lo que disparó el plan de emergencia ya previsto. Uno se registró en Cinco Saltos en 2023 y el otro en Cipolletti al año siguiente. “Es posible que eso ocurra. Por eso es importante también el tema de la barrera”, señaló el responsable técnico del programa.
Detalló que “hay un plan de emergencia fitosanitaria, en el cual se mejora el sistema de vigilancia, se mejora el sistema de control. Hay que tomar gente, y tenés que hacer una serie de gastos adicionales”. En cuanto a la fruta, el monitoreo lo hace el SENASA, y ante esa situación la fruta se pone en cuarentena. “No puede salir de esa área en emergencia y eso es lo peor”. Se hace una “burbuja” que incluye a los galpones de empaque de esa zona, de la cual “cuando entra la fruta no puede salir”. Cuando una zona está bajo emergencia fitosanitaria, la fruta que allí se produce “no puede ir a los mercados con restricciones. Por ejemplo, a Estados Unidos, esa fruta no puede ir”.
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Las cámaras que se utilizan para todo el proceso.
Uno de los roles claves del laboratorio es verificar la calidad de las pupas que se compran, porque “no es barato y esa pupa tiene que nacer, tiene que volar, y tiene que copular. Por eso es necesario toda una serie de controles para ir evaluando la calidad de la mosca que llega”, explicó Mongabure.
Por otra parte, detalló que la red de trampeo que se ha instalado en toda la región “tiene dos objetivos: uno es ver si hay una mosca fértil dando vueltas, y también si hay moscas estériles dando vuelta”. Esto se debe a que “hay índices, y en cada trampa tiene que haber determinada cantidad de moscas por semana y por trampa”.
Sobre las nuevas cámaras frigoríficas, se aclaró que “tuvimos mucho tiempo para encontrar la vuelta técnica, porque debemos llegar a 22 grados con buena humedad para que nazcan, y cuando bajamos la temperatura, tenemos que lograr que no haya humedad”.