El español que enamoró al mundo no es una biografía. Es un libro sobre Julio Iglesias con una mirada particular. La construyó el escritor Ignacio Peyró a través de la información que fue dejando el cantor español en los medios de comunicación, principalmente. En el prólogo, Peyró aclara que hará una vindicación, en tanto cultura popular y masividad, sobre la carrera de Iglesias, pero durante la lectura del libro está la certeza de que no le concede nada que no merezca. De esta manera, «Una vida de Julio Iglesias» (así es su bajada) llega con un equilibrio fino entre la reivindicación de uno de los músicos más populares del siglo XX y una crítica a la opinión popular respecto de sus ídolos.

Ahora mismo Ignacio Peyró vive en Roma y escribe un libro sobre Italia. En contacto con Clarín, dice que no haría otro libro sobre otro músico y que el de Julio Iglesias tiene un impacto en países inesperados como Kazajistán.
En la Argentina, se acaba de editar y hay algunas perlas locales que dan para otro análisis: de Graciela Alfano a Palito Ortega. Pero, yendo al libro, lo primero que llama la atención es cómo genera, a través de su reconstrucción, la presencia fuerte, fuertísima, de Iglesias como protagonista. Nunca se le cruzó por la cabeza al escritor entrevistarlo, pero aun así sabe que el libro le gustó. Hay algo en esa opinión que da cuenta de que el equilibrio que se percibe en la lectura de las más de 300 páginas es real y honesto.
–¿Por qué Julio Iglesias?, ¿por qué un músico?
–No soy experto del pop en español, pero no era el tipo de libro que quería hacer. No era mi intención convencer a nadie de que Julio Iglesias es Leonard Cohen. Pero lo llamativo de Iglesias es su trascendencia cultural. Si pensamos en el impacto de C. Tangana o Rosalía, cómo no vamos a pensar en el impacto de Julio Iglesias. Imagínate si hubiera tenido la atención de ellos dos. Y aun así, Julio es reconocido en todo el mundo. Me interesaba su impacto sociológico más allá de lo artístico. Solamente por su impacto económico y en la cultura popular (desde la prensa del corazón hasta la televisión) lo valía. Julio mueve millones y que no nos hayamos fijado en eso me llamaba un poco la atención. Cuando escribís sobre alguien hay que estar seguro de la elección porque te vas a pasar un buen tiempo pensando y escribiendo sobre el elegido. Creo que Julio Iglesias se merecía ese tiempo. Con él me podía sentir cercano porque tenía cosas por compartir. Un cierto Madrid, por encarnar una época en la que me ha tocado estar presente. Igual a veces suena más a justificación, porque ¿por qué no un libro sobre Stalin en vez de uno de Julio Iglesias? Pero bueno.
–¿Intentaste entrevistarlo?
–Me hubiese gustado desde el punto de vista puramente vivencial. Entrar en una gran casa blanca en Miami. Y quizás compartir algo con él estaría bien. Pero lo cierto es que, por el libro que quería hacer, no lo necesitaba. Desde luego había algunas preguntas, no de índole filosófico-moral, sino muy puntillosas, que sí me hubiese gustado que respondiera. Los que venimos del periodismo lo sabemos: sin ser una biografía que busque desmitificar a alguien, lo que no quería era hacer algo por encargo. Que tenga muchas devoluciones, que deba cambiar algún adjetivo, que no le dé tanto protagonismo a X persona. No quería nada de eso. Sabemos que el poderoso siempre te va a contar lo que le interesa a él y no tanto la historia, su historia, en conjunto. Hubiese sido un libro muy distinto. Soy escritor y pretendía que fuera un libro que esté bien y no depender de la opinión del protagonista, tan pasional, encima, como lo es Julio.
–En el prólogo planteás el trabajo como una vindicación a la figura del cantor popular, pero después no le das muchas concesiones. ¿Cómo manejaste ese equilibrio en la búsqueda?
–Hay que tener en cuenta varias cosas. En primer lugar, Julio Iglesias se ha encargado desde el primer minuto de que con su vida se pueda hacer una hagiografía. No es Gandhi, no es Teresa de Calcuta, no es alguien del que no se haya dicho que no fuera una persona guiada por la promiscuidad; digamos, eso nunca sorprendió a nadie. Y eso le jugó a favor para no ser cancelado, por ejemplo. Él siempre fue de frente con eso. Con esa verdad por delante. A uno lo cancelan cuando tiene un comportamiento que no ejercita. Luego siempre fue muy realista en cuanto al tipo de artista que es. Él quiso entretener y hacer sentir bien a las masas sin tener un camino estético de vanguardia o de experimentación. Y hay que decir que se ha sobrepuesto a muchas cosas. Él es una persona que no tiene una gran presencia escénica, no es un solista, no es un compositor, no es una persona obviamente atractiva (me refiero a tener una masculinidad a lo Tom Jones o Luis Miguel), no tiene un gran caudal de voz, no baila y, de hecho, cuando cantaba en inglés lo hacía con un acento un poco tremendo. Sin embargo, con todo esto, él logra integrarlo en una unidad de encanto superior que se llama Julio Iglesias y es fiel a sí mismo durante medio siglo y llega a todos los rincones.

–Pero también está el contexto político y social del que sale…
–Él es un producto del “tardo-franquismo”, uno de los productos que sobreviven en democracia. En ese proceso sobrevivieron artistas que estaban en contra y artistas que estaban a favor. Por un lado, tenés a Víctor Manuel y Ana Belén y, por el otro, a Julio Iglesias. Ese proceso de posfranquismo apoyó artistas que estaban a favor y artistas que estaban en contra, y algunos sobrevivieron. Cuando él comienza a llegar a teatros y radios, el contexto era el de la canción de protesta y la contracultura. Y aun así, avanza. Todo eso pasa por delante de él y no se le pegó nada, como una sartén de teflón. Él siguió completamente encapsulado en la suya.
–En ese contexto también creciste vos como escritor. ¿Cómo era tu vínculo con su música?
–Cuando nací, Julio Iglesias era indiscutido. No podías ser ajeno a él. Odiarlo hubiera sido una exageración. Es imposible haber nacido en los años ochenta en España y que Julio Iglesias no esté en tu vida de alguna manera. Me lo acuerdo a los cinco años, a los diez y a los veinte. Y también me acuerdo cuando ya incorporé algunas de sus canciones sin necesidad de sentir vergüenza por eso. Hasta escuché discos en su momento; eso no quería decir que no escuchase a (Claudio) Monteverdi. De hecho, sostengo que tiene varias canciones muy buenas y que van a sobrevivir al paso del tiempo. Hay gente que nunca lo aceptó, de todas maneras.
–¿Cómo es ahora tu escucha de la obra de Julio Iglesias?
–Debo decir que no lo busco, pero cuando voy a alguna radio y suenan sus canciones es como que me siento en casa.
–El ritmo del libro es como una contrarreferencia a las canciones de Julio Iglesias. ¿Vos qué pensás de ese resultado?
–Quise hacer del libro un poco, como decimos en España, “salir de chupitos”. A fin de cuentas, es Julio Iglesias, y no es que sea tan compleja su música, pero a la vez él nos permite contar nuestra propia historia. Yo quería que fuese una lectura rápida y también quería reflejar su vida trepidante y entretenida. Es de los pocos españoles de los últimos 80 años que han tenido una vida tan divertida y disparatada como la de él. Una vida tan impredecible.
Ignacio Peyró básico
- Nació en Madrid, en 1980.
- Es autor de Comimos y bebimos. Notas de cocina y vida (Libros del Asteroide, 2018); los diarios Ya sentarás cabeza. Cuando fuimos periodistas (2006-2011) (Libros del Asteroide, 2020); la biografía El español que enamoró al mundo (Libros del Asteroide, 2025); y el diccionario de cultura inglesa Pompa y circunstancia (2014), entre otros.

- Traductor y prologuista de clásicos como Kipling, Auchincloss o Assía, ha sido periodista parlamentario, cultural y de opinión y fue editor fundador de The Objective.
- Ha trabajado como asesor y escritor de discursos para distintas personalidades de la vida pública.
- Dirige el Instituto Cervantes de Roma tras dirigir el de Londres, escribe en El País y colabora en la Ser.
El español que enamoró al mundo, de Ignacio Peyró (Libros del Asteroide).