En las calles de Buenos Aires, donde la historia está presente en cada esquina, más de ciento veinte personas participaron de dos recorridos singulares que tuvieron como guía el fin de semana a la escritora Florencia Canale, quien puso el acento en el amor entre Remedios de Escalada y José de San Martín, justo en el día en que se conmemora el paso a la inmortalidad del Libertador.
Florencia Canale estudió letras en la Universidad de Buenos Aires, es periodista y trabajó en diversos medios de comunicación. Su primera novela, Pasión y traición, se convirtió en un bestseller indiscutido que ya lleva publicadas más de diez ediciones. El recorrido que realiza por el microcentro porteño tiene como soporte su libro.
Aunque las lectoras del género que publica Florencia Canale, que podría encuadrarse en la novela romántica con contexto histórico, suelen ser mayoritariamente mujeres, en este tour hubo hombres que se animaron a dejar de lado estereotipos para interesarse por la historia de Remedios Escalada y San Martín. “Nosotras…nosotros firmes porque hay tres caballeros”, empezó diciendo Canale, para dar inicio al recorrido, con el tono propio de una narradora de cuentos.

Luego, leyó un fragmento del libro que entrelaza datos históricos, escenas noveladas y guiños a los presentes; muchos de ellos lucían escarapelas llamativas, con apliques dorados o de cerámica. “El pasado pide permiso para entrar y se lo damos”, agregó, como declaración de principios para esa mañana de domingo cargada de memoria (la recorrida ya se había realizado el sábado también).
El arribo de San Martín
El relato comenzó en 1812, cuando San Martín desembarca por segunda vez en Buenos Aires. La ciudad, todavía provinciana y despoblada, venía de resistir las invasiones inglesas y empezaba a crecer bajo la mirada expectante de todos. Allí, el primer Triunvirato lo recibió con beneplácito. Bernardino Rivadavia, ministro de ministros, le ofreció un tinglado para entrenar a los Granaderos a Caballo.

“San Martín es recibido con infraestructura, carta franca, por la élite porteña. Pero toda alegría tiene un final”, recordó Canale. En ese clima, marcado por las tensiones que Europa vivía bajo el dominio de Napoleón, se tejió también la trama íntima de un encuentro que sería decisivo.
El grupo se detuvo en la iglesia de San Miguel Arcángel, donde la leyenda ubica la primera mirada entre Remedios y San Martín. “Me parece que escucho canto, están en misa. Por primera vez”, narró Canale, casi como si la historia argentina del siglo XIX estuviera sucediendo allí mismo; otra vez.

Las iglesias, recordó, no eran sólo espacios de fe sino también de negocios, vínculos políticos y tertulias. Entre sermones y encuentros familiares, San Martín reparó en la adolescente de rizos oscuros y vestido azul marino. Según la leyenda, al verla, le habría dicho a Carlos María de Alvear: “Esos ojos me han mirado para toda la vida”.
El recorrido también pasó por el solar de los Escalada. Allí vivía la joven Remedios, de apenas 14 años, destinada por sus padres a casarse con otro pretendiente. Pero el destino se cruzó en forma de militar culto, viajero, amante de la lectura y del canto.
Su madre se oponía con fuerza a esa relación. “Le decía indio, le parecía poca cosa para su hija”, explicó Canale. El padre, en cambio, cedió. La boda se celebró en la quinta de la hermana de Remedios, con la ilusión intacta de una muchacha que idealizaba al héroe.
“Si hoy en día idealizamos y cuando cae la idealización es un golpazo, imagínense en aquel entonces”, dijo la autora, para recordar la soledad posterior de Remedios, cuando su marido se ausentaba en campañas y nacía Merceditas.

La otra cara del héroe
El relato no esquivó las sombras. San Martín fue un hombre discreto en sus pasiones, que tuvo otras mujeres a lo largo de su vida. Entre ellas, la limeña Rosita Campusano, activa participante de la independencia del Perú, y la célebre Manuela Sáenz.
Remedios, mientras tanto, atravesó la vida entre la inocencia y la desilusión. Enferma de tuberculosis, murió joven, con apenas 25 años, dejando a Merceditas al cuidado de la familia.
“La vida es corta cuando la pasión es grande”, sintetizó Canale, como si esa frase condensara la intensidad y la brevedad de aquel amor.
Una de las últimas paradas fue la Plaza de Mayo, que en tiempos de San Martín se llamaba Plaza del Fuerte. Allí, donde hoy circulan autos y turistas, antes se erigía un fuerte con un puente levadizo. Canale lo narró con imágenes propias de una novela de aventuras: “Uno casi puede imaginarse, como en las películas o las novelas que hemos leído. Unos lagartos en las aguas turbias del foso, donde si caías, morías”.

El río, recordó, era también espacio de vida cotidiana: allí se lavaba la ropa, y en el Paseo de la Alameda —lo que hoy son Leandro N. Alem y Paseo Colón— las damas y caballeros salían a caminar los domingos. Un lugar donde también se cortejaba a las muchachas, “como podríamos hacer hoy, un domingo como este”.
El recorrido terminó con aplausos y comentarios de los presentes, algunos de los cuales habían llegado casi por obligación. Una madre confesó entre risas: “Soborné a mi hija para que viniera. Tiene 26. Al varón de 14 no lo pude convencer”.
Como la llovizna porteña que, decía una de las lectoras de Canale, sólo se suspende si se convierte en tormenta torrencial, el paseo siguió adelante. Entre placas robadas, recuerdos de casas desaparecidas y evocaciones de vestidos blancos que se devolvieron a la familia, el tour propuso algo más que un paseo turístico: brindó un acercamiento sensible a la vida íntima de San Martín y Remedios de Escalada.

Porque, como dijo la escritora, el pasado pide permiso para entrar. Y en ocasiones, la Ciudad de Buenos Aires le da paso en sus calles en el recorrido “Pasión y traición, tras los pasos de San Martin y Remedios”.