Como dice Innerarity, todos los retos globales –clima, desigualdad, culturas, migraciones, educación, economía, seguridad, ciencia– se viven en nuestros barrios. Las realidades globales no existen en el escenario global porque no existe este escenario. Lo que sí existen son nuestras ciudades y barrios, y es aquí donde tenemos que plantear el debate y sobre todo la acción política.
Estos días, vecinas y comerciantes de Sant Antoni han expresado preocupaciones vinculadas a la limpieza, el espacio público, la seguridad y el civismo. Compartimos que estos son los ámbitos a afrontar en una Barcelona que ha visto crecer su población y su diversidad en los últimos años y donde impacta, entre otros, un fenómeno que afecta a la mayoría de ciudades europeas:
el sinhogarismo, vinculado a crisis diversas como la de la vivienda, la migratoria, o las de la salud mental y las adicciones.
El debate es cómo abordamos los retos globales y las oportunidades en el terreno local
Hay quien considera que las soluciones planteadas son insuficientes porque no atacan las raíces del problema: la desigualdad y la vivienda. No negaré que estos son los principales problemas, pero su dimensión no nos tiene que limitar a plantear también intervenciones inmediatas. Otros quieren circunscribir cualquier problema al supuesto vínculo entre inseguridad e inmigración, y se limitan a reclamar actuaciones policiales, con discursos que a menudo teatralizan su victimización, y aportan soluciones simples.
Probablemente tenemos que asumir que el mundo es más incierto y que las soluciones también lo son, pero estas tienen que ser compartidas con la comunidad. Y Sant Antoni es un buen barrio con una comunidad magnifica, un buen tejido asociativo y una estructura vecinal y de comerciantes que creen decididamente en su barrio. Su vida, su proyecto vital, está “ pegado” al barrio, en su historia, en su mercado, escuelas, comercios y calles.
Sant Antoni siempre ha sido la frontera de las murallas de la ciudad y eso le ha dado una personalidad clara, reforzada por su mercado. Tiene el mercado dominical de libros viejos y de coleccionistas; acogió combates de boxeo en los años 40; punto neurálgico de componentes y frikis de los ordenadores en los 90 y es tildada últimamente de zona hipster. Un barrio donde puedes encontrar buenos restaurantes y bodegas, magníficas librerías y tiendas de todo tipo. Eso es Sant Antoni.
Es cierto que solo con buenas palabras no es suficiente. Disfrutar de seguridad y un entorno cívico es uno de los valores de la ciudad, por eso incrementamos los efectivos de la Guardia Urbana y realizamos multiinspecciones para detectar y actuar sobre conductas delictivas e ilegales. Pero eso no es suficiente para abordar una realidad que pide una intervención multifactorial, con equipos vinculados a servicios sociales, espacio público y seguridad. Y lo queremos hacer con la gente del barrio.
El objetivo común es proteger y mejorar Sant Antoni, su vida, su personalidad, los proyectos vitales y colectivos, porque estos son los principales activos a preservar. El debate es cómo abordamos los retos globales y las oportunidades en el terreno local, teniendo siempre presente lo que los vecinos y las vecinas nos piden y necesitan.