Bienvenidos al último día del año, ese que acumula decenas de buenos deseos por minuto con el ánimo de que las cosas sean mejores en el próximo ejercicio mientras los cotillones, discotecas, restaurantes y fiestas públicas se atiborran de un público que esa noche sale por decreto. Entre los buenos augurios para el 2025 habría que reservar unos cuantos para que la vida en la ciudad sea más manejable y enriquecedora, un objetivo que se antoja demasiado difícil de conseguir viendo cómo han acabado las cosas este año en determinados aspectos. Por ejemplo, la vida en la vía pública.
Les sugiero una lectura para estos días que les aportará claves sobre las ciudades del futuro. No se pierdan Technophoria , de Nikklas Maak, (Editorial Vegueta), una novela que retrata la euforia que se vive por la tecnología en el marco de las smart cities del futuro. Ahí verán como la alta revolución tecnológica no siempre aporta cosas buenas, diseccionadas por la ironía del autor. Mientras llega el momento cumbre de la ciudad inteligente Barcelona tendrá que apañarse con los planes municipales para la movilidad del año que empieza: el deseo de un 15% menos de vehículos privados y rienda suelta a las otras modalidades de transporte entre otras, como no, figuran bicicletas y patinetes.
El gran problema de la movilidad es el de miles de personas que han de llegar a la ciudad con su coche
Los problemas de la movilidad urbana los hemos abordado hasta la saciedad pero hay que recordar que el gran inconveniente que llena de vehículos la ciudad es la de miles de personas que tienen que llegar a ella con su coche porque de lo contrario no llegan, o no regresan a sus domicilios. ¿Cómo se logrará ese descenso de vehículos propuesto por la administración? ¿Con mayores restricciones circulatorias? Al final el centro de la ciudad se convertirá en un caos constante que sólo podrá salvarse con el transporte público o con los dichosos patinetes.
Para usar el transporte público –bien diseñado dentro de la ciudad– hace falta poder cogerlo, algo que casi se reserva a los ciudadanos que viven en la ciudad o en poblaciones limítrofes con estación de metro cerca. Respecto a patinetes y bicicletas será divertido observar qué ocurre en Barcelona a partir del 1 de febrero, la fecha que estableció el Ayuntamiento para prohibir su circulación en la acera, obligar al uso del casco, no circular por calzadas cuya velocidad permitida sea de hasta 50 kilómetros por hora, etc.
Si las medidas de control no se aplican con determinación las calles de la ciudad serán una jungla. Más embotellamiento, más contaminación, más claxons, más bicicletas y patinetes campando a sus anchas y un peatón pidiendo la hora para llegar a su destino hasta que pierda la paciencia y salga a la calle con ganas de impartir su justicia. O se multa y se obliga a pagar o los buenos deseos de los munícipes que han diseñado la nueva ordenanza de tráfico acabarán en agua de borrajas.
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