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viernes, septiembre 26, 2025

Vecinos del pasaje maldito del Raval ingenian un plan contra las narcoocupaciones

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Las actas de las reuniones anuales de unas cuantas décadas atrás de los vecinos del pasaje del número 10 de la muy angosta calle Sant Climent ilustran cómo este humilde rincón del Raval no fue siempre un cansino purgatorio de narcoocupaciones. Estamos en una suerte de L sin salida de carácter privado con alrededor de 40 viviendas distribuidas en cinco bloques y varios talleres y almacenes en muy mal estado, a apenas un par de manzanas del mercado municipal de Sant Antoni y del Eixample, en el centro de Barcelona. Normalmente, cuando pasas a su vera, ni te das cuenta de que está ahí.

Allá por los años sesenta las familias que vivían aquí organizaban turnos de limpieza y su pasaje acostumbraba a lucir de lo más presentable. Durante lustros este pasaje fue un lugar muy humilde, pero la mar de apañado. Entre todos le pagaban las bombillas a una mujer que aquí tenía un comercio para que su establecimiento iluminara las noches, a un chatarrero que tenía un taller le llamaron la atención en alguna ocasión por dejar sus trastos en las zonas comunes, también aprobaron comprar un muelle para que la puerta de acceso se cerrara sola… Y en 1988 un vecino señaló que convenía estar atentos a ver si alguna persona non grata se pusiera a merodear por allí.

El olvido de algunos propietarios y los desahucios diluyeron aquella comunidad tan bien avenida

Entonces la gente de este pasaje no salía de sus viviendas acelerando el paso, con los ojos clavados en el suelo hasta llegar a la calle y dejarlo atrás, esquivando a los fastidiados toxicómanos que suben y bajan por las escaleras, las miradas de los vigilantes de los traficantes apostados a lado y lado y los hedores a desperdicios, excrementos de personas y heroína requemada sobre papel de aluminio que se instalan en la nariz y no hay quien los saque. De un tiempo a esta parte el lugar tiene épocas malas y también otras peores. Hace años que aquella bucólica convivencia se fue al traste.

Varias personas consumiendo drogas en el interior del pasaje de la calle Sant Climent

Varias personas consumiendo drogas en el interior del pasaje de la calle Sant Climent

LV

Varios inquilinos, propietarios y administradores están tan hartos que unos cuantos meses atrás trataron de llamar la atención del Ayuntamiento, que este verano lanzaron un SOS desde este rotativo, que ultimaron unas cuantas propuestas a fin de escapar de este círculo asqueroso. Luego de un par de citas canceladas en el último momento, confían en el que el próximo martes, día 30, por fin les escuche durante un rato algún ­representante municipal. Quizás no sea tan difícil recomponer la ­situación.

Otrora humildes familias del barrio siempre organizaban turnos de limpieza para tener el vial apañado

“En realidad este proceso de degradación fue muy largo –tercian los administradores de la mayor parte de los bloques del pasaje–. En los años noventa la principal propiedad vendió la mayor parte de las viviendas una por una, sueltas, y algunos de los nuevos propietarios se dedicaron luego a revenderlas”. Aquella comunidad de vecinos del barrio de toda la vida se fue diluyendo lentamente. Los desahucios de la crisis del ladrillo la remataron, como en tantas escaleras de Ciutat Vella. No pocas viviendas terminaron en manos de lejanos fondos de inversión y de otros particulares con extraños intereses. Muchos se desentendieron de sus propiedades y dejaron de pagar cualquier contribución.

Este pasaje dibuja una ele donde resulta muy sencillo esconderse, sobre todo al fondo

Este pasaje dibuja una ele donde resulta muy sencillo esconderse, sobre todo al fondo

Àlex Garcia

También se hicieron con la propiedad de algunos pisos gentes de la ciudad, unos a modo de inversión, para alquilarlas, y otros como apuesta de vida, para instalarse en ellas. Al fin y al cabo estamos en el centro de Barcelona, en uno de sus corazones –¡seguro que todo se revaloriza muy pronto!–, al tiempo familias procedentes de las cuatro esquinas del planeta encontraron aquí alquileres que podían pagar.

“Si el Ayuntamiento asumiera más responsabilidades, volvería a merecer la pena vivir aquí”

Además, aquellos viejos talleres y almacenes cayeron en el abandono y en el olvido. Hoy son nidos de ratas, de ratas muy grandes. Uno de ellos no es más que un solar donde se acumulan desperdicios. No hace mucho lo emplearon como taller de desguace de motos robadas. Algunos vecinos lanzan ahí sus bolsas de basura, desde la ventana. “En los alrededores siempre trapichearon con hachís, a veces alguno se escondía en la entrada del pasaje –cuentan inquilinos, propietarios y administradores–. Pero hace seis o siete años todo se enrareció una barbaridad”. Los turnos de limpieza se desmontaron. En estos momentos solo barren algunos de un modo más bien espontáneo.

Era cuestión de tiempo que la gente que se dedica a ocupar pisos para montar puntos de venta de drogas le echara el ojo a este lugar. “Destrozaron la puerta, y luego empezaron a cerrarla a su antojo”. “Es que este pasaje es ideal para hacer cosas malas”. “Ponen vigilantes a ambos lados de la calle y si ven venir a la policía les da tiempo a esconderlo todo”. “Hace unas pocas semanas los policías desalojaron uno de los pisos de mi bloque, y el otro día, otro de otro bloque. Entonces alguno de los que estaban ahí se pasaron a uno de los almacenes abandonados…”.

Estas imágenes muestran varios intentos de montar la narcocarpa, hasta la llegada de la Guardia Urbana

Estas imágenes muestran varios intentos de montar la narcocarpa, hasta la llegada de la Guardia Urbana

LV

Nuevos métodos

Una narcocarpa de quita y pon

Algunos vecinos también cuentan que algunos de los que se dejan ver por el narcopiso aún en funcionamiento en el pasaje montan ahora, de tanto en tanto, una suerte de narcocarpa como centro de operaciones al fondo del vial. Este verano ya trataron de entrar en otro piso a base de martillazos más o menos por ahí, ocultándose tras unas lonas, hasta que se dieron cuenta de que montar una narcocarpa cansa mucho menos y también resulta muy apañado. Estas semanas la plantaron como poco cuatro o cinco veces. Los vecinos perdieron la cuenta. “Pero desde que salimos en el diario, cuando llamamos a emergencias, la Guardia Urbana viene muy pronto y los echa. Antes a lo mejor tardaban un par de días en aparecer. Lo malo es que esta gente no desfallece. Al parecer, con un rato ya les sale a cuenta”.

“¡Y el otro día la policía también fue allí, al almacén!”. “Es que algunos trataron de entrar en los pisos a través de los almacenes, a martillazos”. “Últimamente les da por montar una narcocarpa de quita y pon, que resulta mucho más sencillo”. “En realidad son siempre los mismos, que vienen y van”. “En ese bloque aún tenemos otro piso ocupado donde continúan vendiendo, pero como es de un dichoso fondo que no conseguimos localizar…”. “Estos ocupas roban hasta el agua corriente. Conectan una manguera a la acometida general y la llevan hasta su piso por las escaleras”.

Hace un año y medio la proliferación de amaños desencadenó un incendio que dejó sin electricidad a buena parte de los inquilinos del pasaje durante semanas. Aquel problema, sin embargo, obligó a muchos residentes, propietarios y administradores a organizarse a fin de recuperar el suministro. “Lo que queremos es que el Ayuntamiento deje de considerar este pasaje como un vial privado y que pase a ser público –detallan ahora–. Así los Mossos y la Guardia Urbana sí que pasarían por dentro del pasaje con frecuencia, como por el resto del barrio”. “La policía pasa por la calle, por delante del pasaje, pero solo entra cuando le consta que se está cometiendo un delito, tienen una orden de desahucio, las cosas se ponen muy mal…”. “Además, si lo consideraran público, el Ayuntamiento se haría cargo de la limpieza. Todo iría mucho mejor”.

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“Sería una manera de frenar todo esta degradación”. “Es lo primero que le propondremos al Ayuntamiento cuando nos visiten”. “Y después les diremos que se hagan con la propiedad de los talleres y los almacenes abandonados, que los compren, que los expropien, lo que haga falta, ¡son un ruina que no sirve para nada!, y allí el Ayuntamiento podría instalar algún equipamiento, unas oficinas municipales, cualquier cosa que pudiera ayudar a acabar con este aislamiento”. “Con limpieza, seguridad y movimiento todo esto cambiaría mucho, este pasaje volvería a ser un lugar donde merece la pena vivir”.

Redacción

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