El tratamiento de los medios ante la muerte del Papa me da un poco de vergüenza ajena. Los políticos vienen mostrando el poco valor que tiene la palabra en Argentina.
“El papa Francisco ha sido el argentino más importante de la historia”, dijo Milei. Más allá de lo discutible de esa afirmación presidencial, es lógico recordar que, en la campaña electoral, Milei había dicho que Bergoglio era el representante del maligno en la Tierra. También había afirmado que “hay que decirle al imbécil que está en Roma, que defiende la justicia social, que eso es un robo y va contra los mandamientos”. Lo curioso es que, después de esas afirmaciones, la gente lo votó y lo hizo presidente. Usando la lógica, podríamos decir que a muchos argentinos no les importaba demasiado Bergoglio, ya que votaron sin ningún problema al candidato que lo insultaba.
Los medios quieren imponer una idea que no coincide con el sentir de muchos argentinos. Bergoglio puso la política delante de la fe y no visitó Argentina. Creyó que era un tema político y despreció a sus fieles que lo esperaban. Ahora Milei dice que Francisco lo había perdonado, diciendo que sus dichos eran “errores de juventud”: Milei tenía más de 50 años cuando lo dijo. La muerte mejora mucho el prestigio de las personas. Lo de Milei sigue el ejemplo del kirchnerismo, que pasó de llamarlo colaboracionista de la dictadura y de adjudicarle desapariciones a despedirlo como uno de los suyos.
Leer a los kirchneristas en estos días hablando del Papa es el colmo de la vulgaridad intelectual y del mal gusto. Los carteles en la calle diciendo “hasta siempre, compañero” muestran que el peronismo siempre puede caer más bajo. Echarán de menos sus temporadas en el Vaticano o poder ponerle a un Papa la bandera de La Cámpora, o las facilidades que otorgaban tener cama adentro del Vaticano a algunos de los suyos, como Zaffaroni o Grabois.
Macri fue el más ubicado y contó una anécdota de una visita al Vaticano, acompañado de su familia, y de las preguntas que su hija Antonia le hizo al Papa y cómo este le respondió. Elegante manera, ya que todos sabemos que Francisco despreciaba a Macri, como despreciaba a todos los que él consideraba liberales y que no venían del pueblo.
Los que están muy afligidos son los terroristas de Hamás, que sacaron un comunicado muy sentido: murió un gran defensor de los suyos. El disparate mediático llegó al punto de que, en un momento, hubo periodistas pidiendo que el Estado pagara el vuelo al Vaticano a sus sobrinos. Es insólito que en un país se hable de semejante tema. Bergoglio no dejó instrucciones ni mencionó a sus sobrinos, y hubo periodistas que se convirtieron en sindicalistas de los sobrinos.
También hubo un cruce en redes entre el operador kirchnerista Jorge Rial, que había puesto un tuit en el que afirmaba que la mujer de Francos había viajado al velatorio en Roma con la plata de los contribuyentes. La señora María C. Sierra (esposa de Francos) le respondió: “Estoy en Buenos Aires, jamás se me hubiera ocurrido viajar a Roma a despedir al papa Francisco; por cierto, soy protestante”. En la televisión argentina trabajan algunas de las personas más patéticas del país.
Esperemos que esta cobertura mediocre termine rápido y vuelvan los temas necesarios. A propósito, por la muerte del Papa se siguió postergando el tratamiento de Ficha Limpia en el Senado. No sé qué tiene que ver una cosa con la otra. Quizás un homenaje póstumo, porque intuyo que a Bergoglio no le gustaba Ficha Limpia. El peronismo se opone a esa ley, y ya sabemos dónde tenía el corazoncito Francisco.
A mí me hubiese gustado que Bergoglio no justificara la invasión a Ucrania, que no hubiese sido despectivo con la oposición venezolana o que hubiese recibido a los opositores cuando viajó a Cuba, entre muchas otras cosas. Creo que muchos católicos piensan igual que yo en estos temas. Bergoglio fue una calamidad para la causa de la libertad en Latinoamérica.
Nunca hay que confundir la fe con las personas. Eso hacen los medios con exaltaciones exageradas, eliminando muchas de las críticas justas que se le hicieron a Bergoglio durante su papado.
Cuando los que hablaban en la Argentina tenían nivel, se respondía al periodismo de otra forma. Le preguntaron una vez a Borges, y dijo que “el Papa era un funcionario que no le interesaba”. Ahora la gente que habla en los medios lo hace igual de Bergoglio, Maradona, Messi o Eva Perón: la argentinidad por encima de los hechos, el nacionalismo bobo por encima del análisis real, y el fanatismo por encima de la razón. “El fanatismo es el gen maldito de la humanidad”, decía Amos Oz, y en Argentina ese gen está dentro de muchos formadores de opinión.
Darío Lopérfido