
En el nuevo mapa de los viajes de ultralujo, la prioridad no es acumular destinos, sino desprenderse del ruido. Lejos del vértigo urbano, el bienestar aparece como eje. Y no se trata solo de spas ni masajes: se trata de experiencias transformadoras, de esas que invitan a bajar un cambio, reconectar con la tierra y, al mismo tiempo, cuidar el entorno. La Patagonia invita a repensar qué significa viajar bien. No se trata de opulencia, sino de acceso a lo inaccesible: a paisajes sin marcas, a cielos sin contaminación, a rutas que no figuran en los mapas.
Según el último informe de la plataforma Flywire, el 86% de quienes viajan en clave ultralujo considera que las vacaciones son una vía para desconectarse por completo del trabajo. Y casi todos, el 97%, lo hacen con la intención de reducir el estrés, bajar la ansiedad o simplemente cortar con todo.
En este tipo de viajes, donde el presupuesto supera los 10.000 dólares por persona, el foco ya no está puesto solamente en la opulencia visible. Lo que más pesa es el bienestar: experiencias que alimenten el cuerpo y el alma, lejos de las multitudes, con atención personalizada y gastronomía de primer nivel.

El estudio también revela una tendencia clara hacia el turismo responsable: el 36% de estos viajeros elige siempre alojamientos con políticas sostenibles, y un 86% los tiene en cuenta al menos ocasionalmente. Curiosamente, solo un 36% organiza sus viajes favoritos. El resto busca algo más que logística: busca propósito. Alegría personal, autodescubrimiento y momentos de calma son el verdadero motor.
Mientras África propone trenes de época y cielos estrellados, la Patagonia argentina responde con su propia versión del lujo: vastedad, silencio y una intimidad radical con la naturaleza. A continuación, tres refugios patagónicos donde el lujo no se exhibe, se respira.
Eolo Patagonia’s Spirit, El Calafate, Santa Cruz
Entre el glaciar Perito Moreno y la inmensidad de la estepa, se levanta como un oasis de serenidad. Con solo 17 habitaciones y vistas abiertas al valle de La Anita, este lodge de lujo propone vivir la Patagonia como si fuera propia. No hay TV. No hace falta: el espectáculo está en las ventanas, donde el viento dibuja formas en las nubes y los cóndores pasan a baja altura.

Los huéspedes pueden elegir cabalgatas, caminatas, excursiones privadas al glaciar o simplemente contemplar el horizonte desde una bañera caliente. El restaurante, dirigido por un chef con mirada local, redefine la cocina patagónica con ingredientes autóctonos y maridaje de vinos de autor.
El compromiso ambiental se refleja en prácticas de bajo impacto y en la conservación activa del entorno. Eolo no solo recibe viajeros: los transforma.
Awasi Patagonia, Torres del Paine, Chile (a pasos de la frontera)
Aunque del lado chileno, está muy cerca del paso fronterizo con Argentina y representa el paradigma del lujo personalizado. Cada una de sus villas, espaciosas, con chimenea y hot tub, tiene un guía y vehículo asignado para diseñar salidas a medida. ¿Un trekking en solitario a la base de las Torres? ¿Avistaje de pumas en horarios inusuales? ¿Un picnic gourmet al borde de un lago escondido? Todo es posible.

Desde su arquitectura en madera nativa hasta la energía proveniente de fuentes renovables, Awasi cuida cada detalle. Su propuesta no es solo cinco estrellas: es cinco sentidos. Aquí, el lujo está en elegir el ritmo, el destino y la compañía.
Bahía Bustamante Lodge, Chubut
Para quienes buscan una experiencia diferente, Bahía Bustamante es un secreto a voces. Este antiguo pueblo alguero transformado en eco-lodge frente al mar, a medio camino entre Comodoro Rivadavia y Trelew, combina historia, naturaleza y hospitalidad con bajo perfil.
Solo unas pocas casas restauradas forman parte del complejo, ubicado dentro de una reserva natural privada de más de 80.000 hectáreas. La fauna marina es protagonista: lobos, pingüinos, delfines y cientos de aves. Las actividades incluyen navegaciones, caminatas por cañadones fósiles y visitas a playas vírgenes.

No hay señal de celular. Pero hay estrellas. Muchas. Y el sonido del viento como única música de fondo. Un lujo nada artificial, con alma y autenticidad.