Una madrugada de horror transformó la vida de Glenda Mazuy y su familia en el Barrio Patagonia de Río Gallegos. Lo que era su hogar, un colectivo adaptado donde convivían nueve personas, fue consumido por las llamas en cuestión de minutos, dejando tras de sí un rastro de destrucción y heridas profundas, tanto físicas como emocionales. Glenda, con la voz quebrada pero la fortaleza de una madre, compartió el desgarrador relato con La Opinión Austral.
Para Glenda y su familia, ese colectivo era mucho más que un simple vehículo; era su refugio, su espacio vital en la capital de Santa Cruz, donde residían desde hacía cuatro años. La mujer había agrandado el lugar, que contaba con una espaciosa cocina comedor, una pieza de Durlock, un largo pasillo que conducía a otra habitación, también de Durlock, donde apenas cabía su cama matrimonial, y al fondo, el cuarto de los niños con dos cuchetas y su ropa. Era un hogar, precario quizás para los estándares convencionales, pero propio y lleno de vida.
El incendio
La tragedia se desencadenó de forma abrupta, alrededor de las 5 o 5:30 de la mañana. Glenda lo recordó este domingo, en la casa de la abuela de su nuera, lugar donde están por estos días y donde le abrieron la puerta al equipo de La Opinión Austral. En un intento por reavivar el fuego con los últimos “palitos” disponibles, se intentó arrojar “una copita de nafta”. Sin embargo, la sustancia se desvió hacia la puerta, prendiendo la cortina y expandiéndose con una rapidez aterradora.
El intento de uno de sus hijos por apagar las llamas con un colchón solo logró que el fuego se expandiera aún más. Glenda describe cómo la naturaleza volátil del combustible, que “va por el aire”, magnificó la catástrofe, volviendo incontrolable el siniestro en segundos.
Tobías, uno de los hijos mayores de Glenda, fue quien logró romper uno de los cristales para rescatar a su madre.
Los momentos siguientes fueron de puro pánico. La entrada del colectivo quedó tapada por el fuego, y los gritos de desesperación resonaban en la oscuridad. Glenda se quemaba y no daba más. Fue Tobías, uno de sus hijos mayores, quien con una valentía admirable y el instinto de supervivencia, logró romper uno de los gruesos vidrios del colectivo.
Por esa improvisada abertura, Glenda pudo sacar a sus hijos, incluyendo a Giovanni y al pequeño Javier, de apenas tres años. Su marido, en medio de la desesperación, logró salir atravesando las llamas, aunque Glenda cree que quizás intentó volver a entrar pensando que alguien más había quedado cerca de la cocina.
Las consecuencias del siniestro son desgarradoras y han sumido a la familia en una profunda incertidumbre sobre el futuro de sus seres queridos. El marido de Glenda se encuentra en terapia intensiva, en un coma farmacológico inducido debido a quemaduras internas y faciales.
Además de las lesiones en sus vías respiratorias, el marido de Glenda tiene afecciones cardíacas preexistentes.
Su condición es crítica, agravada por problemas cardíacos preexistentes –había sido sometido a la colocación de tres stents. Según pudo saber este diario, permanece entubado y con respirador en el Hospital Regional Río Gallegos y, por estas horas, los médicos evalúan su desentubación en los próximos días, con la posibilidad de realizar una traqueotomía, mientras sus pulmones continúan muy inflamados.
El menor
Giovanni, otro de los hijos de Glenda de 5 años de edad, sufrió quemaduras graves en piernas (más en una que en otra), manos, brazos y rostro. Su estado requiere de una derivación urgente para un tratamiento especializado que no pueden brindarle en el hospital local. Será trasladado el domingo por la noche o mañana del lunes, y Glenda lo acompañará en lo que se vislumbra como “un largo proceso de recuperación“, dijo aún con sus manos vendadas y con vaselina en el rostro para mitigar las secuelas de las quemaduras.
La familia lo perdió absolutamente todo en el incendio. “La ropa que tengo puesta es de donaciones“, lamentó Glenda, quien apenas pudo escapar con lo puesto: “salimos en media, pantalón para dormir y remera, no nos quedó nada de nada”.
A pesar de la magnitud de la tragedia, la comunidad de Río Gallegos se ha volcado en una respuesta solidaria ejemplar. Glenda confirma que han recibido apoyo de diversas instituciones, incluyendo el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia y el de Niñez de la Municipalidad. La familia, por el momento, se ha refugiado en la casa de la abuela de su nuera, Rosita, quien generosamente les ha brindado un espacio. Allí se quedarán seis de los hijos, mientras los mayores, Tobías y Juan, asumirán la responsabilidad de seguir de cerca el estado de salud de su padre.
“Un lugar”
Sin embargo, la principal prioridad y la necesidad más apremiante es “un lugar“, un nuevo hogar donde puedan reconstruir sus vidas desde cero. La ayuda sigue siendo vital: se necesita mercadería, ropa de todos los talles y cualquier tipo de colaboración. Los datos para donaciones, incluyendo un alias bancario (mzuy1818), han sido difundidos para que la ola de generosidad no cese. “Toda ayuda será bienvenida”, enfatizó Glenda con la firmeza de una madre entregada al bienestar de su familia.