Las paisajes en rutas y caminos rurales del Alto Valle de Río Negro y Neuquén cambian a la par de las estaciones. El paso del invierno a la primavera representa para los productores y comunidades locales la renovación de las esperanzas, para una actividad que marca el pulso de la economía regional.
Entre los manzanos y perales tradicionales de las márgenes de los ríos Negro, Neuquén y Limay, se esconden otros árboles que se encargan, cada año, de anticipar la llegada de la primavera. Las plantaciones de duraznos y pelones, con sus flores rosas, y las de ciruelas y damascos, con sus flores blancas, son las primeras en llenar de colores y aromas los campos de los valles.
Los campos en flor en Neuquén: dónde quedan y qué implica la floración
Río Negro Rural visitó en la semana las 50 hectáreas con frutales de carozos que la firma Mario Cervi e Hijos SA tiene en la localidad de Senillosa, ubicadas a solo media hora de la capital provincial. La chacra está sobre la margen norte del río Limay y comenzó a llenarse de colores, expresando el resultado de meses de labores.
«Es muy importante la fertilización en el cierre de la temporada anterior, porque todo el gasto de energía que hace la planta ahora durante la floración es a partir de las reservas que acumuló«, explicó Cristina Cervi, responsable de la Producción Primaria de la firma neuquina, en medio del zumbido de las abejas que polinizaban los árboles de damascos.
Cada flor es un potencial fruto, con lo que esta etapa de las plantaciones representa mucha esperanza para los productores frutícolas. Tras la floración, las plantas comenzarán a desarrollar sus hojas para iniciar la fotosíntesis, aprovechando los largos días y el intenso sol que la primavera y verano de la Norpatagonia traen consigo.