Hacía ya un tiempo que el proyecto del monumento a Pi i Margall en el Cinc d’Oros había entrado en un ambiente de retraso y desconcierto. Cuando todo parecía indicar que el escultor Miquel Blay iba a modelar la figura del presidente de la Primera República, surgió una desavenencia.
El busto propuesto y su entorno no gustaba; enterado su autor, dio la orden al fundidor Bechini que no lo entregara bajo ningún concepto.
Fue desestimada la escultura de Blay y se presentaron luego 58 obras de otros escultores
Cambio de ciclo y vuelta a comenzar. Fue convocado en 1932 un concurso público. 22.000 pesetas para el ganador y 1.700 para cada uno de los siete siguientes. La votación era secreta. Se presentaron 58 concursantes.
El jurado calificador estaba formado por nombres reconocidos, como, entre otros, los escultores Llimona y Clarà, el dibujante Opisso, el museólogo Folch i Torres o los arquitectos Vilaseca y Florensa, autores del obelisco.

La ganadora en el centro, entre otras obras expuestas
JOSEP DOMÍNGUEZ / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA
Fue elegido el lema Flama , que correspondía a Josep Viladomat; los amigos le dieron un banquete homenaje. Entre los merecedores del accésit destacaban Marés, Borrell i Nicolau, Dunyach o Paredes.
El cincelado del medallón con la efigie en relieve del presidente Pi i Margall, destinado a la base del obelisco, fue encomendado al escultor Joan Pié.
Puesto que el proceso había sido largo y accidentado, suscitó una expectación inusual. La prueba fue que el cronista y escritor Carles Soldevila no resistió la tentación de escribir en cuanto pudo contemplar el conjunto que había de ser inaugurado, pero que la insurrección de octubre del 34 lo impidió y quedó suspendido sin fecha fija. Pese a la estructura que aún lo envolvía, permitía ya valorar el resultado con claridad.
El cronista alabó la sobriedad y la esbeltez del obelisco, al tiempo que encomiaba la gracia que lucía la figura de la República que lo coronaba. En cambio, confesó el desagrado que le merecían las farolas del arquitecto Josep Falqués, hasta el punto de pedir su retirada. Eran seis, y no cuatro ni cinco como en ocasiones se afirma, que finalmente fueron retiradas y guardadas hasta mejor ocasión; esta surgió para adornar la avenida Gaudí.