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sábado, agosto 16, 2025

Virginia Rodríguez: a un año de su muerte, la triste historia de desamparo de la «ama del pelo»

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Redacción El País.
Virginia Rodríguez murió hace un año. El 31 de julio de 2024 la encontraron sin vida en la barbacoa de su casa de un barrio privado de la zona de La Tahona. Tenía 40 años y era madre de dos hijos. El caso conmocionó a los que la conocieron y a sus más de 50.000 seguidores que la veían entre glamorosas fiestas, viajes, lujos y figuras de la farándula. Cada día desde su cuenta Vir_Rod, mostraba su outfit a las “donitas” (tal como llamaba a su comunidad virtual) y daba tips de belleza, bienestar y superación: muchos la reconocían como una “figura inspiradora”.

La gran pregunta es ¿cómo Virginia Rodríguez cayó tan profundo de la cúspide de abundancia y likes en la que se encontraba? La historia de la directora de la firma de extensiones Donna Marie revela el costado vacío del mundo de las apariencias en las redes sociales, pero sobre todo, es un ejemplo trágico de las enormes falencias en la sociedad y el Estado para atender a las personas con problemas de salud mental.

“La de Virginia fue una muerte evitable”, dice categórica la Dra. Rossana Martino, quien siguió muy de cerca el caso como abogada de su exmarido. “Fallo la justicia, falló el sistema de salud, fallaron todos”, asegura por su parte Adriana, amiga y exempleada de la empresaria.

El descalabro de Virginia Rodríguez fue abrupto e intenso como todo en su vida. La versión corta de lo sucedido indica que entre junio y julio de 2024 una crisis de deudas y enfrentamientos con su exmarido la llevaron a cometer actos delictivos (de más o menos gravedad, según las distintas versiones) y quedó al borde de la formalización.

Sin dinero, con riesgo de ir presa, con una tobillera en la pierna izquierda y sola, muy sola, el 31 de julio de 2024 Virginia Rodríguez tomó una decisión definitiva para sus problemas que, aunque graves, eran transitorios. Antes de morir en la barbacoa de su casa, cerró para siempre su cuenta de Instagram @Vir_Rod.

Para una versión lo más completa posible de lo que pasó, Sábado Show dialogó con amigos y allegados (la mayoría dio testimonio con condición de anonimato) y profesionales que siguieron el caso, quienes reconstruyen la vida, personalidad y las últimas semanas de la directora de Donna Marie: una marca de extensiones que ella forjó desde abajo, que era elegida por celebridades de la región y con la que Virginia Rodríguez se bien ganó el apodo de “ama del pelo”.

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Virginia Rodríguez en Donna Marie.

Foto: Archivo.

A comerse el mundo: el ascenso de una chica avasallante

Virginia Lía Rodríguez Acuña nació y se crió en un barrio de clase media en la zona de Tres Cruces. Hija menor con tres hermanos varones, fue buena estudiante. Acudió a la Escuela 61 y la secundaria la cursó en el Colegio Santo Domingo.

Tenía muchas amigas, aunque alguna vez dijo en una entrevista para Sábado Show que había padecido de bullying por su cuerpo en el liceo. De 1,50 de estatura, una complexión rellenita pero ágil, patinaba y competía en el Platense, un club que queda cerca de la que era la casa familiar por la calle Juan Paullier.

Cuando tenía 8 años, con el divorcio de sus padres, se produjo el primer quiebre familiar. Su padre se fue a vivir al interior y prácticamente perdió contacto. Murió cuando Virginia era una adolescente.

Desde chica, Virginia desarrolló una personalidad muy avasallante. “Lo que quería lo conseguía”, dijo una amiga cercana a la madre. En mayo de 1999 festejó su cumpleaños de 15 en la desaparecida confitería La Llave ante sus amigos y familiares. Siempre coqueta, ella misma estuvo detrás de los detalles del vestido, maquillaje y peinado.

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Virginia Rodríguez en su cumpleaños de 15.

Foto: Archivo.

Le encantaba estar a la moda, tener las mejores prendas”, asegura esta amiga. Su madre trataba en lo posible de complacer los gustos cada vez más caros de la joven.

A los 17 años se independizó. Con apoyo de sus abuelos paternos, alquiló un apartamento en el Centro, donde vivía sola. Comenzó sus estudios en Ciencias Económicas y por esos años, inició el noviazgo con quien sería el padre de su primer hijo, quien nació en 2006. Dejó la Facultad para dedicarse a la maternidad.

Discusiones por asuntos cotidianos y malos entendidos, hicieron que Virginia se distanciara de su madre. “Tenía una personalidad fuerte. Cuando se enojaba, era una tormenta”, dice alguien que vivió de cerca este conflicto. Varias veces e incluso a sus seguidores, Rodríguez decía que “no tenía familia”.

“Virginia era de esas personas con luz propia, que iluminaba todo a su paso. Pero tenía su carácter. Había momentos en que era mejor no llevarle la contra”, comenta por su parte Adriana, quien fue su amiga y empleada de confianza.

Con su segunda pareja, formaron Donna Marie. Virginia Rodríguez era el brazo ejecutor: la que atendía, la que conocía de los gustos de las clientas mientras él administraba los números. Comenzaron en un apartamento en la calle Ana Monterroso de Lavalleja y fueron creciendo: abrieron local, viajaron a India y China para importar pelo y las celebridades elegían su marca para las extensiones, cada vez más refinadas y caras.

Se casaron en 2016 y de esta pareja nació el hijo menor de Rodríguez, hoy con 8 años. Los ingresos dieron para la compra de un terreno y construcción de una casa en un barrio privado cercano a La Tahona. Cuatro dormitorios, seis baños, barbacoa, piscina, parque, cuatro perros bulldog ingleses, tres empleadas domésticas, niñera. Además, Virginia compró la camioneta de la marca a la que siempre aspiró: Mercedes Benz. Viajes a Disney o Dubai, prendas de marca desplegadas en un guardarropa “wandanarezco” completaban un mundo que ella compartía en redes sociales, ganando cada vez más corazones virtuales. Todo iba según sus deseos.

La familia original, de madre y hermanos, se quedó en Tres Cruces y sin comprender. Ya no veían a Virginia en cumpleaños ni fiestas tradicionales. La seguían en redes sociales. “Nunca entendieron por qué ella cortó el vínculo. Quizás les recordaba lo que había sido y ya no quería ser”, asegura un allegado.

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Virginia Rodríguez en su camioneta.

El mundo se rebela: los primeros reveses de Virginia Rodríguez

Los primeros problemas de Virginia Rodríguez fueron económicos. La pandemia de 2020 paralizó el crecimiento de Donna Marie. Sin fiestas, la facturación bajó un 60%, según confió un conocedor de la empresa.

Rodríguez, sin embargo, siguió en su tren de alta gama pero sin la misma potencia en la locomotora. Los problemas maritales habrían comenzado por este motivo: mientras el administrador de Donna Marie, su marido, llamaba a un achique, ella no quería o no podía parar con su “espectacular vida próspera”.

También quiso tener más hijos. La empresaria contó en su momento que se sometió a tratamientos hormonales y de fertilización durante 2021 y que la frustración por no quedar embarazada repercutió en su salud física y mental. Engordó (llegó a pesar más 120 kilos) y padeció de depresión. “Yo quería tener cuatro hijos. Estaba convencida. En mi vida yo voy por algo y lo consigo. No quedar embarazada fue un golpe duro”, declaró Rodríguez a Sábado Show en una nota donde daba cuenta de este bajón y de cómo se sobrepuso y recuperó su figura y su autoestima.

El divorcio con el padre de su hijo menor se concretó a finales de 2022. A partir de ese momento, ella quedó al frente de todas las empresas y potenció su brillo mediático: más viajes, más locales, más fiestas, posaba con sus clientas más famosas, compartía historias cada vez más seguido y sus romances con figuras del deporte o la TV se hacían mediáticos. El 2023 fue el año de mayor exposición.

Adriana, su exempleada y amiga a quien la empresaria tenía agendada como “mamá”, reconoce que el mundo de Virginia Rodríguez era de fantasía. En concreto, emplea la palabra “pantalla”. Vir_Rod gastaba mucho más de lo que producía Donna Marie y la diferencia la pagaba con su personaje glamoroso.

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Virginia Rodríguez.

“Ella mostraba en las redes sociales una vida de princesa que no era real, era una pantalla”, dice. La casa la debía en su mayoría al banco, la camioneta (la segunda Mercedes Benz porque la primera la chocó y fue a restos) también estaba casi toda pendiente de pago. La propia Virginia llevaba años embargada y por eso necesitaba de socios que firmaran por ella. Tenía préstamos formales e informales que la gente le daba; confiaban todos en ella, empresarios, vecinos, sus clientas. Si “era una empresaria exitosa” y “un personaje inspirador”, ¿cómo no prestarle?, ¿cómo se va a “quemar” no cumpliendo sus compromisos?

Para comienzos de 2024, la burbuja estaba cerca de pincharse: la hipoteca de la casa iba a ser ejecutada y ella lo que decía a sus amigos y allegados era que planificaba comprar otra, en el mismo barrio cerrado, más grande y más cara. Porque para Virginia Rodríguez no existía la marcha atrás, como comenta alguien que la conoció bien. “¿En qué momento ella iba a reconocer que se equivocó y volver sobre sus pasos? Nunca. Ella iba siempre para adelante. Y si adelante estaba el abismo, allá iba”, dice.

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Virginia Rodríguez.

El mundo estalla: el raid de inestabilidad y locura de Virginia Rodríguez

El 19 de junio de 2024 Virginia Rodríguez tuvo un altercado con el padre de su hijo menor, entonces de 6 años. Aquel feriado, luego del acto de promesa de la bandera del niño, Rodríguez acudió con el chico, el padre y la familia de su ex a un local de comida rápida para compartir una merienda. Todo iba normal hasta que empezó el intercambio, fue ganando temperatura y ella le tiró el café encima, causándole quemaduras en el cuello al exesposo.

La Dra. Rossana Martino, abogada del exmarido, comenta que en virtud de otros antecedentes de tirantez e inestabilidad de Rodríguez hacia su cliente, decidieron formular una denuncia por violencia doméstica ante el Juzgado de Familia Especializado de Ciudad de la Costa. Al otro día, 20 de junio, Rodríguez fue notificada en audiencia de la denuncia y el juez dispuso medidas cautelares de no acercamiento y comunicación de ella hacia él y también determinó un cierre de fronteras para el niño.

Sobrevolaba el rumor de que Rodríguez, ante su crisis de endeudamiento, planificaba rehacer su vida, al menos temporalmente, en Argentina. Quería llevarse a su hijo menor pero la decisión judicial complicaría un plan así.

El 21 de junio fue la noche más controvertida. Durante el día, el padre del chico buscó comunicarse con el niño pero sin suerte. En la casa no estaba. En cierto momento, el menor le atendió el celular y le dijo que “estaban cerca” pero luego la llamada se cortó. Ante la posibilidad de una eventual fuga, dieron cuenta a la Justicia y comenzaron una búsqueda.

Virginia Rodríguez se había alojado con el niño en un hotel cerca del aeropuerto. Según su amiga Adriana, ese 21 de junio, Rodríguez hizo al menos dos llamadas: una a su socia y otra a una alta figura de la política nacional, clienta de Donna Marie. A las dos les dijo entre llantos y con la voz afectada que quería “irse y llevarse” al niño, un mensaje que fue interpretado como un aviso suicida. Llamaron a la policía y se terminaron de activar las alarmas.

No tenía un perfil homicida, pero si estaba en una crisis de inestabilidad mental muy importante”, asegura el Dr. Álvaro Gamio. El abogado entró en escena ese 21 de junio, cuando las acusaciones contra Rodríguez pasaron a ser delictivas y él asumió la representación del exmarido para la vía penal.

La policía llegó al hotel y encontraron al niño desmayado, bajo efectos de alguna medicación. En la habitación había blisters de antidepresivos y somníferos. La madre también estaba bajo los efectos de estas sustancias y fue conducida al Hospital Vilardebó, institución en la que estuvo pocas horas y le dieron el alta (o se escapó).

La emergencia móvil que atendió al niño en primera instancia hizo un informe categórico: “La médica nos dijo que si pasaba media hora más, se moría”, asegura la Dra. Rossana Martino, quien acudió esa noche al hotel junto al padre. El chico permaneció internado al menos cuatro días para desintoxicarlo y se determinó que había ingerido medicación psiquiátrica en dosis que no se pudo establecer.

¿Qué quiso hacer Virginia Rodríguez? Según su amiga Adriana, lo que planificaba la madre era dormir al niño para llevarlo a Argentina en la valija de la camioneta. “Ella amaba a sus hijos. Era una idea loca y desesperada pero nunca quiso hacerle daño”, comenta.

En la comisaría, según consta en el expediente, Rodríguez declaró que habían cenado pizza con el niño y que entreverada con la comida, él pudo haber ingerido por accidente un comprimido de las píldoras que ella tomaba para dormir.

Asesorado por Gamio y Martino, el exmarido planteó denuncia penal por los delitos de homicidio en grado de tentativa, daños y omisión de los deberes inherentes a la patria potestad. Fiscalía de Ciudad de la Costa, en ese entonces a cargo del Dr. Fernando Valerio, asumió el caso pero no tomó medidas urgentes. Se dispuso la realización de una pericia psiquiátrica para la madre, pero 22 y 23 de junio eran sábado y domingo por lo que quedó pendiente la evaluación mientras Rodríguez quedó en libertad.

El Juzgado de Familia Especializado, en cambio, sí actuó con celeridad. Ese mismo fin de semana, el juez dispuso el retiro de la custodia del chico de forma cautelar por seis meses. Se lo entregó al padre.

La Justicia penal dejó mucho que desear en todo el proceso. Lo contrario pasó en Familia Especializada de Ciudad de la Costa. Gracias a ellos, el niño está hoy con vida”, considera la Dra. Martino.

El 22 de junio, sábado, la inestabilidad de Rodríguez se agravó. Tuvo arranques de ira. Prendió un fuego y se quemó la mano, atacó a todos o algunos de los cuatro perros bulldog que habían sido los “primeros hijos” del matrimonio, en presunta venganza hacia su exmarido. Uno de los animales apareció muerto en el jardín, los otros tenían cortes en el lomo. Si bien circuló un video en el que Rodríguez se muestra con tres de los perros y se deslinda de los ataques, ella misma aparece con sangre en la ropa. “Yo no sé qué pasó esa noche. Siempre me negó haber matado al perro”, asegura Adriana.

El 23 de junio, domingo, las cosas empeoraron. Rodríguez se hizo cortes en los brazos y otras partes del cuerpo y escribió mensajes en la casa. Quemó parte de su guardarropas, supuestamente para que nadie se quedara con sus exclusivas prendas. También esa noche hizo llamadas en crisis de llanto que sus interlocutores interpretaron como una despedida. Acudió la policía y Virginia Rodríguez fue derivada primero al Hospital Vilardebó y luego al CTI del Hospital Español, en virtud de su daño físico.

Para ese entonces, la “ama del pelo” no tenía cobertura médica privada y debía atenderse en ASSE. Había perdido mucha sangre y necesitó de transfusiones, además de que estaba bajo los efectos de medicación psiquiátrica en dosis elevadas. Fue sometida a un coma inducido para estabilizarla y tratar las heridas.

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Virginia Rodríguez con su hijo menor.

El mundo abandona: el último mes de tristeza y soledad de Virginia Rodríguez

El lunes 24 de junio de 2024 empezó a correr entre los allegados la noticia. La abogada Martino se presentó en la tarde ante los responsables del CTI del Hospital Español para enterarse del estado de salud de la exesposa de su cliente. “El médico que me recibió me dijo: “Agradezco que hayas venido porque esta señora desde que ingresó nadie se ha preocupado ni ha venido por ella”. O sea que de todas esas amistades con la que ella se mostraba, todo ese mundo de relaciones y actividad social que tenía, nadie se presentó ni llamó para saber cómo estaba”, recuerda la letrada.

El martes 25 y tras la llamada de una empleada de Donna Marie, Adriana supo de la internación y acudió de inmediato al Español. Ese mismo día, la madre de Virginia también se comunicó por teléfono con los médicos y cada día le pasaban el parte pero al estar la empresaria en CTI y en coma inducido, no se permitían visitas.

De todos modos, cuando recuperó la conciencia, Rodríguez no quiso retomar el contacto con su madre.

Adriana fue la única persona que la visitó durante su internación en el Español. El cuadro médico de la empresaria iba evolucionando pero lo que más preocupaba era lo que vendría. “Nos dijeron que una vez que estuviera de alta, la iban a derivar al Vilardebó porque necesitaba de un tratamiento psiquiátrico”, dice Adriana.

El hospital psiquiátrico de ASSE no parecía el lugar más indicado para alguien con historial principesco como Virginia Rodríguez. Adriana asegura que en ese momento se comunicó con las dos exparejas de la empresaria en busca de respaldo. “Los dos me dijeron que estaban desvinculados y no podían hacer nada. Así que me quedé sola con la situación”.

La amiga planeó otra salida: inscribió a Rodríguez en BPS como empleada doméstica suya y la afilió por Fonasa a una mutualista. Cuando salió de alta del Español, donde estuvo poco más de una semana, fue derivada a esta institución pero los resultados no fueron los esperados.

La vio una psiquiatra de guardia y le dio el alta. Yo no podía creer. Le dijo que su problema eran los hombres, que tratara de soltar. No le dio importancia”, recrea Adriana. Rodríguez estuvo de acuerdo con el “diagnóstico positivo” y volvió a su casa, a menos de diez días del desastre que había hecho con los perros y en su propio cuerpo.

A nivel judicial, el caso prácticamente se paralizó por la feria judicial menor, del mes de julio. Fiscalía no tomó ninguna medida. En el Juzgado de Familia Especializado, en cambio, dieron lugar al pedido de la defensa del exmarido para que Rodríguez portara tobillera electrónica, con objetivo de hacer cumplir las medidas de no acercamiento al padre ni al niño, cuyo custodia había perdido.

Virginia Rodríguez no tenía abogado porque su asesora jurídica de siempre desistió de representarla. Adriana le sugirió un joven abogado que si bien no tenía mucha experiencia trabajaba con un reconocido penalista. “Le dijeron que harían una buena defensa, que conocían a Valerio (el fiscal) y podían llegar a un buen acuerdo. Pero salía plata, unos miles de dólares le pidieron, un dinero que Virginia no tenía”, dice Adriana.

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Virginia Rodríguez.

Foto: Archivo.

El mes de julio de 2024 fue difícil para Virginia Rodríguez, con días de profunda tristeza y sin salir de la cama. Aún así, se reponía para mantener su contacto con las “donitas” a través de Instagram compartiendo su contenido de siempre. En uno de sus últimos videos aparece haciendo su rutina deportiva pero está tomado desde un ángulo en que se ve una pierna sola. En la otra tenía la tobillera. En otra foto, aparece la mano de un hombre abrazándola: era su nuevo abogado.

El 31 de julio de 2024, de mañana, el Dr. Gamio, abogado de su exmarido para la causa penal, supo que Fiscalía había decidido formalizarla por todos o algunos de los delitos de los que estaba acusada. A algunos periodistas les llegó información de que la situación judicial de la empresaria era compleja y probablemente fuera imputada. Virginia Rodríguez le tenía terror a un titular así porque más allá de la cárcel o de la pobreza, no concebía el final de su personaje.

El 31 de julio de 2024, el abogado de Rodríguez le confesó a su clienta que el escenario de la prisión era el más probable, al menos por cuatro meses. “La audiencia de formalización estaba prevista para el otro día (1 de agosto) y todo indicaba que iba a quedar detenida”, dice el Dr. Gamio.

En el último chat de WhatsApp que tuvo Virginia con su amiga Adriana, la empresaria le reconoció que “tenía miedo”. La exempleada buscó animarla diciéndole que se había contactado con autoridades del gobierno de turno, quienes le aseguraron que en caso de ir presa, ella tendría las mejores condiciones. También le envió el Salmo 23, que refiere de la misericordia de Dios.

Virginia Rodríguez pactó una reunión para la tarde de ese 31 de julio para organizar la vida y el negocio ante su posible ausencia por prisión. Estaban convocados Adriana, el abogado, una empleada doméstica que aunque no cobraba seguía yendo a la casa y otra mujer que sería la nueva socia de Donna Marie. Asistieron todos a las 17:00 horas, pero faltaba la anfitriona. Rodríguez no estaba. Tampoco atendía llamados.

Luego de un tiempo de espera, Adriana y el abogado se presentaron en la seccional. Como portaba una tobillera, suponían que sería fácil de rastrear. “No nos querían dar la información, por más que nosotros explicamos que era una persona con antecedentes graves de salud mental. Finalmente, logramos que nos dijeran que ella estaba cerca de la casa”, recuerda Adriana. Rodríguez respondió además al llamado de las autoridades por el dispositivo electrónico, indicando que se encontraba bien.

Ya era noche y la amiga decidió volver a su casa en Pocitos. El abogado también se fue. Quedaron en la casa la empleada doméstica y la futura socia. En algún momento, Virginia Rodríguez regresó a la casa del barrio privado, sin que nadie la escuchara ni la viera. Había comprado metros de cuerda. Fue a la barbacoa, la misma que había sido escenario de tantas fiestas y eventos sociales glamorosos, y allí tomó las últimas decisiones.

A las 20:30, las dos mujeres que estaban en la casa encontraron sangre en un baño. Salieron afuera y dieron con el cuerpo. Avisaron a la policía, se hizo presente el fiscal Valerio y se dispuso la autopsia correspondiente.

La muerte de Virginia Rodríguez dejó muchas preguntas, pero quizás la más pesada es: ¿cómo estuvo ingresada en tres instituciones de salud en el último mes y volvió a su casa como si nada? La Justicia penal tampoco estuvo ágil porque medidas de prisión preventiva o una internación compulsiva, aunque temidas por ella, podrían haber cambiado la historia.

“El sistema de salud y de justicia tuvieron más de un mes para actuar y no lo hicieron, como ameritaba la situación. La salud mental no está atendida en este país. Virginia era una mujer que amaba a sus hijos. Se le notaba. Solo estaba enferma y necesitaba una ayuda profesional que nadie le supo dar”, dice la abogada Martino.

Una noche muy especial con estos genios! En la #cenadefamosos Gracias @pampitaoficial por recibi.jpg

Virginia Rodríguez y Pampita en un evento en Punta del Este.

El mundo recuerda: el legado de Virginia Rodríguez

Los hijos de Virginia Rodríguez están bien. Han seguido con su escolaridad y viven con sus respectivos padres. La casa está todavía en vías de remate. La camioneta volverá a la automotora que confió en dársela a la empresaria en cómodas cuotas. Los locales de Donna Marie (quedaban dos) cerraron. No se abrió sucesión de Rodríguez porque no tenía más que deudas.

Adriana quedó muy afectada. “No dormí por dos meses. Y cuando lo logré, se me aparecía ella siempre en sueños”. Planifica abrir una fundación con el nombre de Virginia Rodríguez y enfocada en la problemática de la salud mental. “Si fue culpable de algo, pagó con su vida”, asegura.

Los restos de Virginia Rodríguez están en el Cementerio de Pando, en una zona parquizada, en tierra. A pesar de que en los últimos siete años no tuvieron vínculo, su madre suele visitar el camposanto. Se apronta el mate y le lleva flores y conversación. En el cementerio, una cruz blanca porta su nombre y se lee en letras doradas: “Te amamos”.

Redacción

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