Tiene 22 años y está buscándose. Vito Rago, el hijo del actor Pablo Rago y María Carámbula, creció rodeado de cámaras, libros de teatro y charlas sobre personajes, pero hoy el escenario que más lo interpela es el de su propia vida. Terminó el colegio, probó la universidad, se entusiasmó, se frustró. Mientras tanto, su papá lo acompaña entre el amor, la paciencia y el miedo.
«Lo que más me cuesta es dejarlo salir de noche», admite Pablo en diálogo con Revista GENTE. «Ya no puedo frenarlo, pero me da pánico que le pase algo. No puedo evitarlo», suma. Como muchos de su generación, Vito cargó con el aislamiento justo cuando debía salir al mundo. «La pandemia los afectó mucho. Se encerraron justo cuando tenían que empezar a vivir», reflexiona Pablo y cuenta que ahora muchas noches sale y vuelve tarde y que, desde que vive con él, llegaron a un acuerdo: que le mande mensajitos avisando a dónde va a dormir.
Vito pasa horas en casa, entre consolas y amigos, mientras intenta encontrarse con su vocación.
El reflejo: la diferencia del Pablo Rago de 22 y su hijo Vito

A esa misma edad, Pablo Rago ya había recorrido mucho camino. «A los 22 yo ya estaba separado, ya había actuado en un montón de tiras, en películas y ya había ganado un Oscar con La historia oficial… Era otra época. Éramos más chicos en todo, pero también más grandes en responsabilidades«, reflexiona el actor.
Hoy observa a Vito con ojos más compasivos. «Está buscando. No sabe bien qué quiere hacer, y me parece bien que se tome su tiempo. Yo le digo: `No tenés que saberlo todo ya. Está bien no tener todo resuelto´», cuenta.
Fanático de River y muy metido en el mundo del deporte, Vito llegó a anotarse en la carrera de Gestión Deportiva. «Le gustaba mucho, pero en un momento la dejó. No era lo que esperaba. Y me parece bien que se permita cambiar», explica Rago.
Si bien su camino aún no está definido, eso no le quita profundidad. Y el prueba y error es parte. Aunque hubo algo que Pablo supo desde el día uno: no quería que su hijo trabajara de chico, como él sí lo hizo. Aunque no se arrepiente, Rago recuerda fragmentos de su vida con sabor amargo, como aquel día de verano que estaba con sus tres hermanos en el club y era tarde de pileta pero tenía que ir a rodar.
«Estuve todo el día suplicando internamente que se olvidaran de llevarme, solo me quería quedar ahí disfrutando. Cuando vi a lo lejos a mi mamá se me derrumbó la ilusión. Es duro tener que dejar esos lugares tan de chico y no quería eso para Vito», confiesa.
Una familia ensamblada que se armó con amor y paciencia

Desde hace algunos años, Pablo convive con su pareja Tamara, a quien conoció por Instagram y de quien lo separan más de 20 años, y el hijo de ella. Son una auténtica familia ensamblada donde los roles se construyen en lo cotidiano. «Cada uno tiene su mundo, pero logramos convivir con respeto, con cariño. Eso no es poco», reconoce.
Durante la pandemia, Vito se mudó a vivir con él. Y eso lo cambió todo. «Fue un antes y un después. Empezamos a convivir en serio. Me encontré con un hijo adulto, con ideas propias, con sus silencios, con sus búsquedas. Fue fuerte y hermoso a la vez. Me obligó a crecer como padre», revela.
Hoy, esa casa se volvió refugio para todos. Con risas, desacuerdos y mucho amor. «A veces discutimos, claro. Pero hay diálogo. Y cuando hay amor, todo se puede», sintetiza.
María Carámbula, Catalina y una red de afectos que trasciende la sangre

Con María Carámbula no solo compartió una historia de amor: hace poco volvieron a trabajar juntos. «La dirigí en una obra de Teatro por la Identidad. Fue una experiencia muy fuerte. Nos reencontramos desde otro lugar, más allá de lo personal», cuenta Rago.
Y si bien la relación amorosa terminó hace años, el vínculo entre ellos es cordial, amoroso y sostenido en el tiempo, sobre todo por Vito. «Con María tenemos buena relación. Nos conocemos hace mucho. Lo importante es que Vito se sienta acompañado por los dos», suma.
Además, Pablo tiene un vínculo muy especial con Catalina Morano, la hija mayor de María, a quien conoció de chiquita y con quien convivió muchos años. Hoy, Cata está en pareja con Nicolás Pauls y es mamá de una nena. Y para Pablo, esa bebé también ocupa un lugar.
«Catalina es casi como una hija. La vi crecer. Y ahora que tiene un hijo… yo lo veo y es como una nietito. No sé cómo decirlo: un nietastro, un nieto postizo… pero lo siento como mía. Es una alegría verla en esa etapa», dice.
Y algo de esa familia que construyó en diferentes ramas aparece como reflejo de quién es hoy: el primer hijo varón de cuatro y el papá de Vito aprendiendo las reglas de convivir con un joven en que busca su camino y, al parecer, no va por el lado del arte.