Aunque no requiere mayores presentaciones, conviene recordar que Marian Rojas Estapé (Madrid, 1983) es quien estudia a fondo el cerebro y su relación con el estrés, el bienestar y la salud desde que egresó de la Universidad de Navarra en 2007 como médico psiquiatra. También es la responsable de acuñar y popularizar el término “persona vitamina”, y quien predica sobre el poder del optimismo. Sus libros son superventas, sus conceptos se comparten en las conversaciones cotidianas, y no hay red social ni grupo de Whatsapp por el que no circulen videos con sus exposiciones, siempre respaldada por su experiencia clínica y por estudios sobre cómo mejorar nuestra calidad de vida. Esta gran capacidad de llegada al público se explica por la facilidad con que traduce conceptos complejos en información accesible y fácil de transmitir; y por la particular conexión que establece con las personas al hablar de inteligencia emocional, gestión de las emociones, y cómo cultivar relaciones sanas.
Previo a su nueva visita a Uruguay, PAULA contactó en exclusiva a la psiquiatra para charlar de cuestiones sobre las que va a explayarse en una conferencia que brindará el próximo 19 de enero, en el Centro de Convenciones de Punta del Este, cuyas entradas ya se encuentran a la venta en RedTicketsUy.
Fiel a su esencia, la exposición se centrará en los tres pilares que atraviesan toda su obra y que son un marco de referencia para quienes la siguen: dopamina, cortisol y oxitocina. Estos tres ejes —la recompensa, el estrés y el vínculo— vuelven a ser el corazón de su mensaje, porque como ella misma afirma, “de ahí nace todo lo que nos pasa”.
Si bien su enfoque se mantiene, esta edición suma nuevas reflexiones y contenidos que amplían lo vivido el año pasado, permitiendo que quienes ya la vieron, encuentren nuevas herramientas; y quienes la escuchan por primera vez, accedan a una mirada clara, comprensible y transformadora sobre cómo funciona la mente.
La charla es una invitación a entender mejor por qué cuesta concentrarse, cómo navegar la ansiedad y qué papel juegan nuestros vínculos en el bienestar, con un estilo cercano, riguroso y profundamente humano.
–¿Cómo se relacionan los pensamientos con las emociones?
–Nuestros pensamientos son como lentes a través de los cuales interpretamos la realidad. Cuando pensamos de forma distorsionada, pesimista o anticipatoria, activamos el sistema de alerta, generando emociones como ansiedad, miedo o rabia. Cuando pensamos con calma y buen foco, se activan neurotransmisores que favorecen la serenidad y la motivación. Lo que pensamos modifica lo que sentimos, y lo que sentimos influye en cómo pensamos.
–¿Cuándo el cortisol es bueno, y cuándo se vuelve destructivo?
–El cortisol es la hormona del estrés. Es necesaria para la supervivencia. Es buena cuando nos permite reaccionar, concentrarnos, resolver un problema, rendir bajo presión. Se vuelve negativa cuando se mantiene elevada durante mucho tiempo: afecta al sueño, al sistema inmune, a la memoria y al estado de ánimo. Hoy, con el ritmo de vida acelerado, la hiperconexión, y la ausencia de descanso mental por un lado, y la sensación de soledad por otro, muchas personas viven en un estado de cortisol crónico. El ser humano no está diseñado para vivir en modo alerta; necesita tiempos de pausa y reparación, de lo contrario se enferma.
–¿Puede una emoción negativa transformarse en enfermedad, y viceversa?
–Sí. Las emociones no expresadas, sostenidas o mal gestionadas, generan tensión constante. Esa tensión altera hormonas, produce inflamación y afecta los sistemas internos. Hoy en día tiene un nombre: PNIE, psiconeuroinmunoendrocrinología. Lo psicológico afecta al cuerpo, y el cuerpo influye en la mente. Lo emocional enferma, pero también puede sanar. La esperanza y la regulación emocional tienen efectos fisiológicos medibles.
–¿Cuándo los pequeños olvidos se convierten en problema?
–Los olvidos cotidianos —dónde dejé las llaves, qué iba a hacer— suelen ser falta de atención o saturación mental. Se vuelven motivo de preocupación cuando son frecuentes y progresivos, afectan actividades básicas, hay desorientación en tiempo o espacio, se pierde vocabulario o hilos de conversación. Ahí es bueno consultar a un médico o terapeuta.
–¿Cuáles son los principales síntomas del deterioro cognitivo?
–Los síntomas típicos son la pérdida de memoria reciente y la dificultad para planificar, o resolver problemas. También pueden surgir: la lentitud mental, la desorientación, y cambios en el carácter o en la gestión de impulsos.
–¿Es irreversible?
–Algunas causas son reversibles (déficits nutricionales, estrés, depresión, falta de sueño, fármacos). Otras, las que son degenerativas, no lo son, pero pueden retrasarse los síntomas con buenos hábitos.
–¿La mente sobrecargada es un problema de hoy, o siempre estuvo presente?
–Siempre ha existido, pero en mi opinión, nunca como ahora. La híper estimulación, el multitasking, las pantallas, la falta de silencio y la exigencia permanente hacen que el cerebro viva atrapado en alerta y dispersión. Hoy, la atención es nuestro bien más escaso.
–¿Cuáles son los principales factores que afectan a la memoria?
–Los principales factores son el estrés sostenido (cortisol alto), la falta de sueño, la mala alimentación, el sedentarismo, la falta de socialización, las pantallas y multitarea, el abuso del consumo de alcohol e incluso algunas enfermedades metabólicas como diabetes e hipertensión.
–¿Por qué es tan importante el sueño?
–El sueño es el gran restaurador del cerebro. Mientras dormimos se consolidan recuerdos, se limpia el cerebro de toxinas, se regulan las hormonas, baja el cortisol y se repara el sistema inmune. Dormir mal es como vivir con el cerebro nublado.
–¿Qué caminos hay para fortalecer y proteger la memoria? ¿Hay acciones puntuales que se puedan realizar?
–Hay muchas rutinas, pero aquí selecciono algunas: dormir bien, hacer ejercicio regularmente, reducir el estrés, aprender a hacer micro pausas. Por otro lado, cuidar la alimentación inflamatoria (evitar al máximo la comida ultra procesada) y cuidar la microbiota. El Omega 3 también puede ayudar. Finalmente, hay que cuidar los vínculos sanos, ya que sabemos que la soledad es un factor de estrés que nos deteriora. Por lo tanto, es preciso impulsar las conexiones afectivas y el amor. Añadiría, aprender cosas nuevas constantemente, y por supuesto, limitar el uso de pantallas y entrenar la atención lo más posible. Pequeños hábitos diarios construyen un cerebro resistente.
–¿Esto ocurre solo en adultos mayores?
–No. Hoy vemos deterioro cognitivo temprano debido al estrés, al ritmo de vida, a una mala higiene del sueño, y a la saturación digital. La mente joven también se agota, se dispersa y pierde memoria.
–¿Qué abarca la salud digital?
–La manera en que la tecnología impacta en nuestra mente, en las emociones y en conductas como el tiempo que permanecemos frente a la pantalla; la calidad del contenido que consumimos; el uso compulsivo del teléfono móvil; las interrupciones constantes; la adicción a las notificaciones y los algoritmos que secuestran la atención. Una buena salud digital implica usar la tecnología como herramienta, no como refugio ni dependencia.



