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sábado, octubre 25, 2025

Werthein, el canciller «comercial» de Milei: el quiebre en Mar-a-Lago, la foto con Trump y el vacío en Malvinas

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La renuncia de Gerardo Werthein confirmó lo que desde hacía semanas circulaba entre los despachos de la Casa Rosada y las embajadas extranjeras: la Cancillería se encontraba «paralizada» y el rumbo de la política exterior argentina, en redefinición. Casa Rosada, cuna del «giro diplomático» libertario, insistía en mantener dos pilares estratégicos —el alineamiento ideológico con Estados Unidos e Israel, y el hermetismo hacia la prensa—, pero las tensiones internas y la falta de conducción política precipitaron su salida.

La demora en designar un vicecanciller tras la renuncia de Eduardo Bustamante —último bastión de la gestión de Diana Mondino, eyectada tras el voto argentino a favor del embargo a Cuba en noviembre de 2024— fue una señal temprana de la «parálisis» que supuso la gestión Karina Milei-Werthein del Ministerio. Desde entonces, la política exterior quedó subsumida al tablero interno, mientras la “diplomacia de la libertad” giraba en torno a figuras como el agregado en España, Alejandro Nimo —nexo con las ideas conservadoras y libertarias en el consulado de Madrid—; o Nahuel Sotelo, agregado de Las Fuerzas del Cielo como secretario de Culto «y Civilización«, un concepto que agregaría después de haber asumido el cargo en función de la bajada de línea ideológica que se avecinaba en el cuerpo diplomático.

La “motosierra diplomática” y el vacío en Malvinas

«Lo único cierto es el alineamiento con Estados Unidos e Israel», indicaron desde la Cancillería poco después de que Werthein tomara posesión del cargo a principios de noviembre de 2024. En paralelo al desgaste interno, en el Palacio San Martín comenzó a sentirse el filo de la «motosierra diplomática». El concepto, que hasta hace poco se asociaba al ajuste económico, empezó a describir también la depuración ideológica que atravesó el cuerpo diplomático bajo la gestión del empresario.

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Uno por uno, los cambios que prepara Milei en el gabinete tras las elecciones

En junio, la filtración de una carta interna con consignas de “bajada de línea” —que instaba al cuerpo diplomático a “defender los valores de la libertad, el libre mercado y la lucha contra el socialismo internacional”— generó un profundo malestar entre los funcionarios de carrera. “Nos sorprendió el tono y el lenguaje”, resumió en aquel entonces un embajador con décadas de trayectoria.

La incomodidad creció cuando Milei, en una de sus intervenciones ante la ONU, reforzó su discurso contra los organismos multilaterales, calificándolos de “cotos burocráticos dominados por el colectivismo” e incluso acusando a la organización de tener «una agenda socialista». Desde entonces, el Presidente rompió con la tradición diplomática argentina, reconocida a nivel mundial, e insistió en que la política exterior argentina debía “romper con el multilateralismo hipócrita” y alinearse “con las naciones que defienden la libertad individual”.

Una retórica «anti woke» o progresista (con un guiño a la internacional conservadora global que defiende) y que puso en práctica a través de decisiones como votaciones en contra de resoluciones de históricos aliados, como Ecuador y Perú, respecto a los derechos de mujeres y niñas; el retiro de la Organización Mundial de la Salud, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU e incluso anunciando el traslado de la embajada argentina a Jerusalén.

El presidente Javier Milei en la ONU
Javier Milei. El presidente marcó el rumbo diplomático en la Asamblea General de la ONU 2025.

En ese esquema, Malvinas no solo quedó bajo la lupa por «las consecuencias» de la diplomacia libertaria sino que directamente quedó fuera de la agenda. “Malvinas no existe en el radar del gobierno”, confió a este medio un funcionario del Ejecutivo fueguino. La frase se corroboró con los hechos: cuando trascendió la explotación ilegal del área León Marino por parte del consorcio israelí-británico Navitas-Rockhopper, la Cancillería tardó más de un mes en pronunciarse, en paralelo al «logro diplomático» de haber sostenido el respaldo del Comité de Descolonización de la ONU (C24) a pesar de la retórica pro estadounidense-israelí del Gobierno en medio de la escalada de la guerra en Medio Oriente.

Recientemente, tampoco agradeció el respaldo del G77+China ni protestó formalmente por la designación del nuevo embajador británico, David Cairns, pese a sus vínculos con la petrolera Equinor. Werthein incluso lo recibió en Buenos Aires —una postal de la lógica “empresarial” con la que condujo el Palacio San Martín—. Además, el ministro suspendió en dos oportunidades la convocatoria al Consejo Federal en Asuntos Relativos a Malvinas, según reveló PERFIL, el ámbito institucional previsto por la normativa nacional para debatir políticas de Estado sobre el Atlántico Sur, con participación de las provincias, el Congreso y expertos del área. Una decisión que dejó en pausa el único espacio plural sobre la cuestión.

Del fallido encuentro con Trump en Mar-a-Lago a la foto en la Casa Blanca

El punto de inflexión llegó en abril, con la polémica visita de la comitiva presidencial a la residencia de Donald Trump en Mar-a-Lago. Werthein había viajado para participar de un evento de una organización conservadora donde Javier Milei esperaba ser recibido por el presidente estadounidense. Pero el encuentro nunca ocurrió: la comitiva argentina se retiró veinte minutos antes de la llegada de Trump. La confusión —que algunos atribuyen a fallas de coordinación y otros a celos de agenda— dejó entrever una fisura en la agenda exterior del presidente, tironeada entre Balcarce 50 y Cancillería.

El episodio alimentó el malestar interno. Por entonces, Milei todavía conservaba crédito político gracias a la desaceleración de la inflación, pero con el correr de los meses, el eje de la preocupación social se desplazó hacia la corrupción y la transparencia, temas sensibles en la antesala de las elecciones legislativas de medio término.

President-Elect Donald Trump Speaks At The America First Policy Institute Gala At Mar-A-Lago
Trump, entonces presidente electo, y Milei en Mar-a-Lago en noviembre de 2024.

El gobierno buscaba blindarse con el “rescate financiero” de Estados Unidos, negociado entre el ministro Luis Caputo y el asesor Scott Bessent, pieza clave del vínculo con Washington. En ese contexto, las dudas sobre la permanencia de Werthein en el gabinete se volvió un secreto a voces entre empresarios y diplomáticos. Incluso formó parte de la conversación en el evento por el 76° aniversario de la República Popular China el pasado 19 de septiembre; incluso entre embajadores de países de menor peso de Medio Oriente y Asia.

La inminente salida del canciller fue uno de los temas que más fuerte sonaron en el establishment político y económico de las últimas semanas. Se convirtió en una de las más comentadas en el Coloquio de IDEA, el foro empresarial llevado a cabo el miércoles pasado en Mar del Plata. En la cumbre empresarial, la política exterior —y el eventual reemplazo en Cancillería— se coló entre las conversaciones de pasillo. Tampoco pasó desapercibido el rol de Werthein, en su doble rol de canciller y empresario, de conocidos nexos con el establishment local e internacional.

“Caputo y Werthein son igual de responsables del logro del acuerdo con Estados Unidos. Funcionan como un equipo”, aclaró a PERFIL una fuente cercana al vocero presidencial, Manuel Adorni, presente en el encuentro como enviado de Milei. En paralelo, los nervios apuntaban al inminente acuerdo comercial y a la «ayuda financiera» de Estados Unidos, en medio de la expectativa de que los industriales argentinos se beneficiaran con una eventual quita de aranceles derivados de la «guerra comercial» implícita en los anuncios del Liberation Day trumpista.

Rafael Grossi, sobre el acuerdo nuclear de Milei con EE.UU.: «No implica necesariamente ceder soberanía»

La grieta interna y el factor Caputo

Pero la esperada foto con el presidente estadounidense, una deuda que pesaba sobre Werthein, recién se concretó el 14 de octubre, cuando Milei viajó nuevamente a Washington, se hospedó en la residencia oficial para jefes de Estado y compartió un almuerzo con Donald Trump. Si bien no fue recibido en el Salón Oval a diferencia de su par salvadoreño Nayib Bukele, al menos el Presidente consiguió la imagen que sellara la «amistad» con su aliado del norte.

El acontecimiento se interpretó como «un triunfo» de la gestión de Werthein, que supo cultivar una buena relación con la secretaria general de presidencia, Karina Milei, quien le encomendó que implemente el «giro comercial» de la diplomacia argentina. En paralelo, desde la oficina del asesor presidencial Santiago Caputo, figura crucial del entramado libertario, dejaron trascender que la “diplomacia paralela” vía el lobbista republicano Barry Bennett —exjefe de campaña de Trump— y el empresario argentino Leonardo Scaturicce, fue determinante para lograr la postal en el Salón Oval.

El problema surgió después. Durante una rueda de prensa, Trump fue consultado sobre la ayuda financiera a la Argentina y respondió —de modo ambiguo— que “todo dependerá del resultado de las elecciones”. La frase, interpretada por la militancia digital como una condicionalidad política hacia Milei, desató una ola de indignación en redes. Desde el entorno del mandatario estadounidense debieron aclarar que “no quiso decir eso”. Pero la factura ya estaba emitida: el daño político estaba hecho y el costo volvió a recaer sobre Werthein.

Werthein
Gerardo Werthein fue el encargado del «giro comercial» de la Cancillería libertaria.

El legado de Werthein y los sucesores posibles

El recambio estaba previsto para después de las elecciones del domingo próximo, condicionado al desembarco formal del asesor presidencial Santiago Caputo al gabinete, según declaraciones del periodista Luis Majul, allegado al ahora excanciller que se encargó personalmente de evitar filtraciones de todo tipo a la prensa. Pero el desgaste se aceleró. Desde la tropa digital que responde al estratega —el llamado “triángulo de hierro”— se multiplicaron las críticas al canciller.

Pese a las turbulencias, Werthein logró sostener algunos logros: la reactivación del vínculo con Brasil —principal socio comercial—, al mantener asiduas conversaciones con su embajador, Julio Bitelli, según corroboró este medio, un vínculo que escapó a la «enemistad» entre los presidentes Lula da Silva y Javier Milei. También fue parte de la organización de la Cumbre de Cancilleres del Mercosur en Buenos Aires y de la firma del acuerdo con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), donde desplegó su estilo pragmático y empresarial, más cercano al lenguaje del mercado que al de la diplomacia.

Tras su renuncia, comenzaron los rumores. En el entorno del oficialismo se mencionó la posibilidad de que el expresidente Mauricio Macri buscara influir en el gabinete de Milei a cambio de apoyo legislativo de cara al segundo tramo de la gestión de La Libertad Avanza—léase, gobernabilidad—. En ese contexto, se habló incluso de una eventual “concesión” de la embajada en China o de la propia Cancillería al PRO.

Después de Werthein, quiénes son las próximas bajas del Gabinete

Sin embargo, desde el partido amarillo matizaron las versiones. “Fluvio Pompeo solo se reunió con Macri, no con La Libertad Avanza”, aseguraron a PERFIL fuentes cercanas al secretario de Relaciones Internacionales del PRO, quien recientemente se mostró activo como parte del gabinete del alcalde porteño Jorge Macri, de viaje por Medio Oriente. Mientras que Federico Pinedo, sherpa argentino ante el G20 y referente de política exterior del PRO, también fue parte del run run. “El gabinete depende solo del Presidente”, indicaron desde el entorno de Pinedo, muy activo en redes sociales en la previa a los comicios nacionales.

En redes, el “Gordo Dan”, jefe de la militancia digital de Milei, cerró la discusión con una frase que resume la nueva etapa: “No más viejos en el gabinete. Ahora entran los leales”. La renuncia de Werthein, finalmente, fue la primera ficha en caer en la reconfiguración del gabinete. Y dejó abierta una incógnita mayor: quién conducirá la política exterior de un gobierno que, entre Washington, Tel Aviv, las redes sociales y la dependencia del multilateralismo para sostener la Cuestión Malvinas, aún busca definir su lugar en el mundo.

Redacción

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