Hacía más de una década que Geert Wilders, que ha construido su carrera política en los Países Bajos sobre una cruzada contra la que él llama la “invasión islámica” de Occidente, no participaba en una coalición de Gobierno. Exactamente, desde que tumbó al primer ejecutivo de Mark Rutte en el 2012 y le forzó a convocar elecciones en plena salida de la crisis financiera. El ahora secretario general de la OTAN, un hábil estratega, tuvo claro que jamás volvería a confiar en él.
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