Malba Puertos inauguró este sábado en Escobar su primer programa del año 2025, que se podrá visitar con entrada gratuita hasta agosto. Ahora acepta el desafío de sostener una programación que convocó a casi 135 mil personas desde septiembre pasado, el 80 por ciento de ellas debutantes en esto de visitar museos, miles de chicos que fueron con su escuela y una recepción de la comunidad (y más allá) que superó las expectativas ampliamente. «Bienvenidos», dijo ayer a la tarde Eleonora Jaureguiberry, coordinadora general del espacio, antes de comenzar la recorrida que propone los nombres de un clásico como Xul Solar y tres artistas jóvenes: Daniel Leber, Florencia Sadir e Ivana Vollaro.
Jaureguiberry recordó que el año pasado el emprendimiento encabezado por el coleccionista Eduardo Costantini con una inversión de 10 millones de dólares de la firma Consultatio –socio corporativo del Malba– a 45 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, generaba no pocas preguntas.
«¿Quién va a ser nuestra audiencia? ¿Quién va a venir hasta acá? ¿Cómo nos vamos a relacionar con estas audiencias? ¿Qué va a pasar con esta comunidad? –enumeró la coordinadora de Malba Puertos y continuó–. Muchas de estas preguntas están siendo respondidas en estos meses fundacionales del museo y este camino que inauguramos es el que queremos reafirmar en esta segunda muestra, la primera de este año«.

Xul Solar y Daniel Leber
Antes de la inauguración, un grupo de periodistas recorrió las tres muestras de la mano de la curadora Alejandra Aguado, quien dialogó además con los tres artistas convocados en cada caso. La gran Sala del Lago, que recibió en septiembre la muestra Ensayos naturales (I), en la que dialogaban las obras de gran porte de Mondongo con las delicadas y susurrantes pinturas del artista rosarino Luis Ouvrard, invierte ahora las proporciones con Vuelo infinito que pone en diálogo una selección singular de Xul Solar con grandes (y pequeñas) piezas de Daniel Leber.

El joven Leber es un estudioso de la obra de Xul Solar y de otros creadores, como Joaquín Torres García y Liliana Maresca, con especial interés «en los símbolos, a través de los cuales busca traducir realidades superiores en elementos tangibles y cotidianos», apunta el texto curatorial de Alejandra Aguado.
«Vuelo infinito reúne a dos artistas y dos tiempos y, en su encuentro, busca perpetuar el deseo y la posibilidad que ambos artistas manifestaron de abrirse hacia los misterios del cosmos«, anotó Aguado.

Con un siglo que los separa, Alejandro Xul Solar (1887−1963) es uno de los artistas argentinos capitales del siglo XX, «creador múltiple de imágenes, astrólogo, estudioso de las culturas y de las religiones y promotor de la creación de una lengua universal», sintetizó la curadora, mientras Daniel Leber (1988) es un artista contemporáneo, seguidor de la obra de Xul, «cuyo trabajo expresa la misma vocación por el estudio de las tradiciones filosóficas, por hacer de cada imagen un puente hacia lo intangibley por buscar en la cotidianidad manifestaciones impensadas de lo divino», agregó.

Ese encuentro entre ambos aparece en el inicio de la recorrida con la imponente obra «Aquí no hay allá», una colección de símbolos en hierro galvanizado que anticipa la comunión entre «geometría y palabra que se funden con imágenes visionarias de reinos, paisajes y seres que manifiestan su participación en un orden cósmico», continúa la curadora. Ahí aparecen una casa construida con cartas, moscas, peces, una escalera, el humano, pájaros, aunque también la geometría y flechas que indican que no hay una sola lectura posible.
Esas búsquedas de Solar y sus prácticas espirituales atraviesan también las obras de Leber, que con distintas técnicas también reflexiona en torno a la posibilidad de crear o encontrar símbolos que sean capaces de expresar verdades universales.
La exposición toma su título de una frase («Mi vuelo infinito será») presente en una pequeñísima obra vertical y estilizada de Xul Solar de 1919 en la que la palabra y la imagen revelan la aspiración del artista al ascenso y una permanente persecución de lo divino. Leber también traza un camino de (auto) conocimiento, pero en lugar de buscar una elevación, en su caso el trazado es horizontal.
En el mismo espacio, se pueden ver obras de madera de Xul Solar: su «Pan Altar Mundi» o su «Panajedrez», un tablero de 13 casillas por 13 que representan constelaciones y sus fichas pobladas de símbolos.

La muestra combina obras de la colección del Malba y de Eduardo Costantini con otras prestadas por el Museo Xul Solar y Fundación Pan Klub.
También Leber presenta obras en madera, aunque las suyas retoman una tradición vinculada a sus ancestros eslovenos que utilizaban los paneles de los colmenares para decorarlos con pinturas en ocasiones religiosas y en otras con imágenes decorativas. El artista argentino trabaja en una colección que homenajea ese legado artesanal y eligió cinco de esas tablas para esta muestra.

Vuelo infinito avanza con una serie tardía de Xul Solar compuesta de óleos sobre vidrio que el artista realizó en los años 50 y «en los que retoma la calidad más expresionista de su trabajo temprano para experimentar con lo transparente desde otro lugar, no tanto como lo hacía con las acuarelas, sino pintando el frente y el fondo de estos vidrios», explicó la curadora.
Leber tuvo muestras individuales en las galerías Calvaresi Contemporáneo (2022) e Isla Flotante (2021), entre otras. Es director de Detox, plataforma multidisciplinaria de contenidos que cruzan mística y actualidad y su obra participó de numerosas muestras colectivas, entre las que se destacan A 18 minutos del sol y Una historia de la imaginación en la Argentina (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 2023 y 2019).

Y para cerrar, una selección de grafías diseñadas por Xul Solar en diálogo con algunas de sus acuarelas de los 50 y unas tintas también de esos años. Esa sala ofrece, por su parte, seis dibujos de Leber con «variaciones posibles de cuerpos humanos, donde busco qué es lo que trasciende lo particular en cada una de las individualidades. Se trata no tanto de prestar atención a qué es lo que nos diferencia, sino a qué es lo que nos hace todos parecidos. Y de alguna manera se conecta con la pieza de hierro al salir que se llama «Reflejo de lo uno en lo otro», que quiere pensar las similitudes y así acceder de lo particular a lo universal», detalló el artista.
Una caja de alisos
En septiembre pasado, la Sala del Bosque era una idea y hoy, el notable crecimiento de aquellos plantines de alisos, son ejemplares de más de dos metros de alto que conforman ciertamente muros etéreos y móviles capaces de contener tres espacios bien diferenciados que la artista salteña Florencia Sadir tomó como punto de partida para la elaboración de las tres piezas que componen la muestra Yendo por dentro del agua, he llegado muerta de sed.

El sugerente título nace de una copla de la intérprete Mariana Carrizo e integra tres propuestas especialmente diseñadas para Malba–Puertos, que, según el texto curatorial de Alejandra Aguado «traen historias de agua, tierra y cielo» para revelar «la relación compleja que establecemos con la naturaleza, así como el vínculo estrecho que los trabajos de la artista entablan con el entorno».
La curadora señala que desde su hogar en los Valles Calchaquíes «–donde recolecta, moldea, esmalta y hornea pacientemente la arcilla hasta convertirla en cerámica, elemento fundamental de este proyecto–, Sadir da forma a una práctica escultórica que, si bien está basada en la construcción material, se concreta como una ofrenda, una invocación y una conversación con la tierra y con su tiempo».
La primera instalación se titula «Cosecha de agua» y presenta un laberinto de mallas de las que cuelgan cientos de pequeñísimas gotas de cerámica pintadas en plata. La segunda, «Refugio», es una construcción piramidal de muros anchos de barro y de cal, «que evoca la arquitectura característica de nuestra historia colonial, y ofrece algo de amparo ante la intemperie e invita a mirar el cielo a través de la abertura triangular que dejaron sus muros volteados, testigos del agua y del viento». En el centro, un tronco de algarrobo quemado que con su negrura es en sí mismo una escultura y una denuncia.
Cierra el recorrido la notable instalación «Serpiente», dos espejos de agua de trazado irregular conectados por una serpiente de arcilla con acabado de plata que fuera de la vista del público circula entre uno y otro estanque.

Dice la curadora: «Figura del río, símbolo de la fertilidad y encarnación, en la cosmología diaguita, de un rayo que cae con la lluvia desde el cielo, el animal lleva sobre su lomo dibujos que narran, a la manera de una escritura antigua, los procesos que humanos y naturaleza atraviesan como partes de un mismo ciclo vital que integra cultivo, transformación y cosecha».
Los trabajos de Sadir participaron de numerosas exposiciones en Japón, el Museo Moderno de Buenos Aires, Uruguay y el Museo de Arte Contemporáneo de Salta.

Palabras en la reserva
Para el espacio de la reserva, que conserva las obras de la colección del Malba, fue convocada la artista Ivana Vollaro, que desarrolló la propuesta Reservados, partiendo de una serie de palabras que disparan nuevos sentidos en el momento en el que encuentran un nuevo contexto.

«Vollaro despliega una serie de obras que juegan con el más fino y contradictorio de sus límites –sus ventanas y paredes vidriadas– para indagar en aspectos simples del acto de mostrar. En las reservas o depósitos, que son zonas de intercambio, guarda y espera, los acontecimientos son algo esporádico; su naturaleza está orientada a proporcionar estabilidad y sostener a la obra de arte como una existencia casi perenne», analiza la curadora.

Sobre el final de la tarde, el director del Malba, el brasilero Rodrigo Moura, encabezó el acto formal de inauguración. «Malba Puertos en proyecto fantástico con enorme potencial futuro cimentado en su emocionante arquitectura, equipos apasionados y públicos comprometidos por lo que les agradezco a todos que estén aquí esta noche», dijo Moura.
Las tres muestras se pueden visitar en Malba Puertos (Alisal, Puertos, Av. de la Bahía 160, Belén de Escobar) hasta el 31 de agosto de martes a domingos de 12 a 19.