Walter Zaporta, nacido en 1937 y de militancia sindical, era colectivero y delegado gremial de la empresa La Cabaña. El 3 de junio de 1976, se encontraba en su casa de Avenida de Mayo, Ramos Mejía, cuando irrumpieron, lo encapucharon y lo detuvieron ilegalmente. Desde ese momento, pasó a integrar la lista de 30.000 desaparecidos durante la última dictadura.
En agosto del año pasado, gracias a un trabajo de relevamiento en archivos del Poder Judicial, el juez federal Ernesto Kreplak anunció que se logró identificar a dos militantes gremiales que habían sido secuestrados en junio de 1976 y permanecían desaparecidos. Se trata de Oscar San Pedro y Walter Zaporta, ambos choferes de la empresa de colectivos La Cabaña. El proceso de investigación estuvo liderado por el Ministerio Público Fiscal (MPF) e intervino el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Como resultado, determinaron que los cuerpos habían aparecido carbonizados una semana después del secuestro en el cruce de dos rutas en el municipio bonaerense de Brandsen. Posteriormente, fueron enterrados como NN en el cementerio de La Plata.
A Walter lo identificaron por un mechón de pelo. A Oscar, por media huella dactilar. Detalles ínfimos que vuelven a dar luz a identidades y subjetividades, que dan entidad total a las políticas de memoria, verdad y justicia.
La hija del colectivero, sus recuerdos, su memoria y la “semilla sembrada”
Mónica Zaporta es la hija de Walter. En una nota exclusiva con El1, recordó aquellos días que conjugaron terror, oscuridad y dolor: “Yo tenía doce años cuando se lo llevaron, pero el recuerdo es permanente y eterno. Hay ruidos que aún no puedo escuchar; yo vi cómo lo sacaron encapuchado y eso te queda grabado en la memoria para siempre. Por eso, para mí, todo lo que hicieron en la dictadura no tiene perdón”.
Tras crecer y vivir en San Luis, Mónica volvió para militar en nombre de su papá. “Lo milité hasta hoy en día. La herencia sigue, la semilla ya está sembrada”, enfatizó.
Sobre la identificación de su padre, reconoció: “A partir de ese momento, mi cabeza cambió muchísimo porque, sinceramente, no esperaba esta noticia. Fue como cerrar un ciclo, entendí lo que había pasado y, para mí, fue como hacer el duelo dos veces”.
Por último, instó: “El mensaje es que sigan militando. Aquellos que formamos parte de la generación diezmada lo hicimos como pudimos, pero la memoria se milita. Si no, hagas lo que hagas, no tiene sentido. Por eso debemos seguir proclamando por memoria, verdad y justicia”.