Las declaraciones de Eugenio Zaffaroni, destacadas en el artículo, sugieren una compleja dinámica dentro de la Corte Suprema argentina y sus implicaciones políticas directas para el gobierno actual. La presunta indecisión de uno de los miembros del Tribunal Supremo sobre un fallo clave contra Cristina Kirchner no solo pone de manifiesto las tensiones internas en el poder judicial, sino que también revela una posible divergencia en la estrategia del ejecutivo.
La reflexión de Zaffaroni sobre la posibilidad de que «en la Casa de Gobierno haya alguien que en algún momento tenga dos neuronas funcionando» al considerar que una inhabilitación política de Kirchner podría no beneficiar al gobierno a largo plazo, es particularmente incisiva. Este comentario apunta a una crítica a la falta de visión estratégica o a una comprensión incompleta de las consecuencias políticas de las acciones judiciales. El gobierno, al parecer, podría estar en una encrucijada: buscar la proscripción judicial de una figura política relevante, con el riesgo de polarizar aún más el escenario y victimizarla, o permitir su participación, buscando un terreno de competencia electoral más «legítimo».
La crítica de Zaffaroni a la composición y la imagen pública de la Corte, calificándola de «triunvirato» y «escándalo», también resuena con un cuestionamiento más amplio sobre la independencia judicial y la percepción de su instrumentalización política. Esto interpela al gobierno sobre su rol en la defensa de la institucionalidad y la credibilidad del sistema de justicia, ya que la percepción de una justicia alineada o influenciada por intereses políticos erosiona la confianza pública y debilita el estado de derecho. En última instancia, las palabras de Zaffaroni invitan a una reflexión profunda sobre las prioridades y la coherencia de la acción gubernamental en el ámbito judicial y político.