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sábado, junio 7, 2025

Zambayonny: el humor de sus primeras letras, el sentirse casi un uruguayo y el precio de las empanadas

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La Sala Zitarrosa recibe este 12 y 13 de junio al argentino Zambayonny, nombre artístico de Diego Perdomo, quien se ha convertido en una visita recurrente de Montevideo.

El músico llega para presentar El mejor de los mundos posibles, su décimo disco y el primero de su carrera lanzado bajo el sello Montevideo Music Group.

Con dos décadas de carrera a cuestas, y canciones que todavía interpreta en sus shows, Zambayonny habló con Sábado Show de su carrera, su vínculo con Uruguay y el precio de las empanadas.

—Parece mentira pero hace 20 años sacaste tus primeras canciones.
—Sí, y a Montevideo vengo a cantar desde 2008. Mis primeros shows fueron en el Tartamudo, con la guitarra. En esos primeros cuatro años canté bastante acá. También estuve en Lorente, que cerró, y en la Trastienda, que cerró también. Siempre que vengo me reciben con mucho cariño. Cada vez hay más amigos, así que para mí es una alegría venir.

—Lo has dicho varias veces: tenés mucha cercanía con el público uruguayo, de muchos años y muchas venidas.
—Sí. Y ahora el disco salió con Montevideo Music Group, que es un sello de acá. Están invitados los de Agarrate Catalina a cantar en el disco, imaginate, una maravilla.

—Se podría decir que sos tan uruguayo que argentino.
—Sí, igual. Somos iguales en cuanto a que las referencias son las mismas, el modo de hablar es el mismo, las pasiones, la música, el fútbol… son ciudades hermanas. Así como los uruguayos se sienten cómodos allá, a mí me pasa lo mismo acá. Ando por las calles y es la misma moda, el mismo código.

Zambayonny. Foto: Difusión

Zambayonny se presenta el 12 y 13 de junio en la sala Zitarrosa. Foto: Archivo.

—¿Quién te dice Diego hoy?
—Algún familiar me dice Diego, pero la mayoría me dice Zamba. Es de esas cosas que ocurren sin planificarse. En general alguien te pone un apodo, pero yo me lo puse solo: Zambayonny, con doble “n” y dos “y”. Si hubiera habido un plan, hubiera hecho algo más corto, más fácil de googlear. Siempre lo escriben mal. No fue un plan, o fue un mal plan. Pero bueno, quedó “Zamba”, que es más fácil.

—Y en este tiempo has sacado casi un disco por año.
—Sí, entre discos y libros siempre estamos sacado cosas. La pandemia cambió un poco las cuentas, pero aún así saqué un libro, planté un árbol y tuve una hija. A veces uno está tocando tanto tiempo que es difícil sentarse a grabar y componer, buscar financiación, producir… lleva mucho tiempo. Pero hemos tenido suerte: grabamos en vivo, en estudio. Este disco lo produjo Joan Berenguer en Barcelona, que es un productor espectacular y entiende muy bien lo que quiero. Grabamos allá, las voces y coros las hicimos en Buenos Aires, y en Montevideo grabamos con la Catalina. Es un disco que tiene una pata en cada país, con gente querida y que labura muy bien.

—Ese libro al que te referías es Subtitulado.
—Sí, ese fue el último que saqué. Iba a ser un cancionero austero, solo con letras. Lo hice con Hernán Casciari, que es muy amigo mío. Él me dijo: “Zamba, ponele contexto a las letras también”. Yo no quería hacer una biografía, pero me convenció. Así que seleccioné canciones y les puse un contexto. Es una mezcla entre letras y una parte medio biográfica, pero centrada en las canciones. Antes saqué dos novelas y un libro de cuentos de fútbol. Y ahora tengo una novela que sale a fin de año, creo.

—Acá en Montevideo has venido en distintos formatos, incluso un ciclos donde no repetías canciones.
—Sí. Es que tengo un público muy activo, que presta atención. Cuando les propongo algo, lo cumplo. Dije que iba a hacer siete shows sin repetir canciones y lo hice. Cada vez que propongo algo así, ellos participan. Saben las letras mejor que yo, incluso de las canciones más raras. Yo llevo un atril en los conciertos, que es como una falencia total. Todo el mundo me dice “¿qué hacés con el atril?”. Pero son muchas canciones, no me las acuerdo todas. Aunque a veces pienso que sí me las acuerdo, pero por las dudas lo llevo. Hemos hecho ciclos temáticos también. Ahora el 20 de junio en Torquato Tasso (una sala emblemática de San Telmo) hacemos un show sobre la noche. Es el solsticio de invierno, la noche más larga del año, así que armamos un show con todas canciones relacionadas con la noche. Le dije a la gente que vaya vestida de negro. Vamos a ver cómo sale. Siempre busco hacer algo distinto.

—Y Montevideo es casi la siguiente parada a Buenos Aires.
—Casi fue la primera, por fechas que surgieron sobre la hora. El disco fue editado por Montevideo Music Group, y por poco no se presentó primero acá. Las fechas coincidieron con el aniversario de Vorterix y me pidieron si podía sumarme. Pero si no, la presentación hubiera sido acá.

—Tenés canciones introspectivas, muy reflexivas, y otras que la gente recuerda mucho, como “Las cosas que dejé”. ¿La siguen pidiendo?
—Sí, menos, pero trato de que en todos los shows haya canciones de todas las épocas. Que haya humor, reflexión, actualidad, historias, romanticismo. Desde 2008 grabamos un show en un café con cervezas, un repertorio pensado para gente que iba a comer, emborracharse y reírse. Ese show se grabó en vivo y tuvo repercusión porque el humor es más fácil de expandir, de viralizar, aunque en 2008 no había redes como ahora. Era el boca a boca. Algunas de esas canciones siempre están.

—¿Cómo mantenés esa parte lúdica en las canciones, sin caer en lo irreverente o lo polémico?
—Creo que es una cuestión de lenguaje. Hay gente que empieza a escribir de amor y de golpe habla en neutro. En Argentina eso no se usa, pero pasa. Y con las canciones también. No usan el habla popular, que es con la que realmente nos comunicamos. En mis canciones sí está. Porque así hablo con mis amigos, con la gente. Hay una cosa “sacartonada” en el lenguaje que usamos en Uruguay y Argentina, y que empatiza con el que escucha. No te vas a morir de risa con un chiste, pero sí vas a sonreír. Creo que eso se mantuvo siempre y une todos mis discos. Esa forma de hablar, de mirar las cosas. No fue un plan, fue natural. Como cuando te subís a un taxi y en dos minutos sentís que conocés al chofer de toda la vida. Ese código está en las canciones.

—Incluso hay un “código Zambayonny”, más allá del tipo de letra o la temática.
—Exacto. Las canciones de humor son muy resultadistas, y tienen una vida más corta. Si buscás la carcajada dos veces, ya no funciona. Por eso siempre hay personajes detrás, alguna vuelta más. Algo que te haga decir “ah, pará…”.

—Che, pasaste por varios gobiernos. ¿Cómo ves a la Argentina hoy?
—Nosotros perdimos. Perdimos las elecciones. Yo jamás hubiera votado a la derecha, pero la gente votó a la derecha. Y es un gobierno del que no esperes empatía, ni salud pública, ni educación, ni apoyo a la cultura, ni amor a la industria nacional. Todo lo contrario. Entonces perdimos.

—¿Has comido empanadas últimamente o están demasiado caras?
—(Se ríe) También hay que tener cuidado con eso. Hoy hay un adoctrinamiento para que nadie hable de política. Para que no digas nada. Que no opines. “Sos músico, no hables de política”, como si uno no fuera persona antes. Son discusiones viejas, estúpidas.

—Como si la política no los influenciara, perjudicara o beneficiara.
—Exactamente. Como si no hubiera relación entre tu voto y el precio de las cosas. Hay gente que cree que vota en un cuento de hadas y vive en otro libro.

—Blancanieves es otro cuento.
—Total. Hay gente que cree que su voto no tiene relación con su vida. ¡¿Estás loco?! Estás votando qué país querés para vos y para tus hijos, porque ellos también van a pagar las consecuencias. Es muy triste y muy peligroso lo que ocurre.

Redacción

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