Este fin de semana muchos han conmemorado el día de los muertos. Antes era una fecha para el recuerdo de los allegados fallecidos. Hoy es más una fiesta de disfraces. Son tiempos en los que han triunfado series como The walking dead y ahora se estrena Frankenstein . Existen muchas teorías sobre nuestra fascinación por los zombies. Dicen que su popularidad crece en épocas de crisis y que el gusto por las películas de muertos vivientes es más propio de momentos en los que la gente cree que el mundo se desmorona ante una amenaza inabarcable. El consumo ha favorecido la escenografía desenfadada de Halloween. Su éxito es comprensible: reírnos del miedo reconforta. Es una forma de exorcizar temores. A lo que iba… La política ejerce una función similar. Sus ritos permiten dramatizar o banalizar conflictos sociales para gestionarlos como sociedad. Esta semana hemos vivido dos expresiones políticas: la ira desgarradora expresada contra Carlos Mazón en el homenaje a las víctimas de la dana y un teatral interrogatorio a Pedro Sánchez en el Senado del que lo único que se recuerda son las gafas ochenteras del presidente.
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