Flopi Peych*
No filma porno para escandalizar, sino para sacudir estructuras. Lo suyo es el deseo, el erotismo, el placer como acto político. Hace más de una década, esta directora sueca radicada en Barcelona, impulsa una revolución audiovisual: crear cine erótico que no repita clichés, respete a quienes lo hacen y lo ven, y permita hablar de sexo.
Madre, cineasta y referente global del porno ético, está convencida de que este género enseña. Con Erika Lust Films y XConfessions, da vida a cortos eróticos basados en confesiones reales. Lejos de la lógica industrial que impone rapidez, fórmulas y cuerpos hegemónicos, cada pieza representa el deseo de forma diversa, cuidada y consensuada.
—¿Cómo definís a la pornografía?
—Es uno de los lenguajes del deseo. Cuenta historias a través del cuerpo, la emoción, la intimidad y la sensualidad. Es un género audiovisual y, como cualquier otro, puede ser artístico, político, abusivo, deshumanizante, bello, vacío o conmovedor. Todo depende de cómo se haga. Lo defino como un espejo de nuestras fantasías, miedos y curiosidades. Puede ser un espacio para el placer y la exploración; reflejar desigualdades, prejuicios y estereotipos de la cultura; es un reflejo de la sociedad que lo produce. Es importante hacer porno de manera consciente, porque no se trata solo de sexo, sino de cómo lo representamos, cómo lo enmarcamos y cómo valoramos a los implicados.
—¿Por qué tanta gente consume porno?
—Porque, como seres humanos, es parte de nuestra naturaleza ser curiosos, emocionales, eróticos. La pornografía ofrece una ventana al deseo, a la posibilidad de explorar y conectar con partes de nosotros mismos que no siempre somos libres de reconocer, habitar o compartir. No hay nada inherentemente malo en ver porno. La pregunta es: ¿qué tipo de porno vemos, cómo se ha hecho y qué nos enseña sobre el sexo, el poder, la conexión? Ahí debería empezar la conversación. No proponemos menos porno, sino mejor: que respete a quienes lo hacen, que refleje la diversidad y que invite a los espectadores a sentir, pensar y conectar. Porque en su mejor versión, la pornografía puede ser una herramienta de empoderamiento, educación y liberación, pero solo si estamos dispuestos a redefinirla.

Foto: Jahel Guerra Roa.
—¿Qué te llevó a hacer cine erótico desde una perspectiva feminista?
—Una mezcla de frustración y deseo de transformación. Durante años sentí que la pornografía no hablaba de mí ni por mí, no reflejaba a las mujeres que conocía ni el tipo de sexualidad que encontraba placentera y auténtica. Predominaba un modelo repetitivo centrado en el placer masculino, con representaciones estereotipadas de cuerpos y de roles de género, y con poca conexión con el deseo real, el consentimiento o el afecto. En lugar de criticar ese modelo, decidí crear una alternativa. Mi formación cinematográfica y mi compromiso feminista se unieron y entendí que si quería ver otro tipo de representación del sexo (más honesta, más inclusiva, más humana), tenía que hacerlo posible a través del lenguaje del cine. Así nació Erika Lust, un espacio para contar historias centradas en voces diversas, donde el placer y el deseo no son unilaterales. Hacer cine erótico feminista no se trata solo de mostrar cuerpos desnudos o escenas sexuales, es una declaración y una respuesta política. Podemos contar otras historias, imaginar y retratar otros tipos de relaciones. Podemos representar el deseo sin caer en la explotación, los estereotipos o los marcos patriarcales.
—¿En que se diferencia el porno ético del cine para adultos convencional?
—El porno ético tiene que ver con cómo se produce y se crea ese contenido, bajo qué condiciones, con qué valores y desde qué perspectiva. Pone en el centro a las personas implicadas: sus cuerpos, límites, deseos, emociones y el consentimiento. Parte de la idea de que el placer no puede construirse sobre la desigualdad, la presión o la invisibilidad. Se diferencia del cine para adultos convencional en el enfoque. El porno producido en masa suele basarse en la rapidez, la repetición y una lógica comercial moldeada por una mirada masculina. El porno ético busca romper con esos modelos, cuestionar estereotipos y crear un espacio donde quienes participan estén cuidados en todo momento, reciban un pago justo, sean respetados y retratados con dignidad. También hay una diferencia clave en la forma en que se representan el deseo, el consentimiento y el placer. El porno ético no pretende reproducir un guión de dominación ni cumplir expectativas prefabricadas. Busca contar historias más reales y diversas, y mostrar el sexo como un espacio de conexión, comunicación y exploración mutua. En definitiva, el porno ético es una mirada política, creativa y humana. Es una forma de decir que el deseo también puede representarse con respeto, belleza y conciencia, y que el cine para adultos no tiene por qué estar desconectado de los derechos, las emociones o la ética.

Foto: Adriana Eskenazi.
—XConfessions cuenta historias reales enviadas por el público. ¿Cómo las elegís?
—XConfessions nace de una relación con la audiencia. Son las personas quienes comparten sus deseos, fantasías, recuerdos o curiosidades sexuales, y esa conexión crea una comunidad abierta, honesta y valiente. Cada historia abre una ventana al mundo erótico de alguien, real, íntimo y muchas veces tierno; y eso le da al proyecto autenticidad. Buscamos historias únicas, emocionalmente potentes y que representen distintas formas de experimentar la sexualidad, no solo desde lo físico, sino desde lo emocional, lo sensorial e incluso desde la vulnerabilidad que implica compartir con otra persona. Me importa mostrar diversidad de cuerpos, géneros, formas de amar, edades y contextos culturales. Cualquier persona que vea XConfessions puede, en algún momento, sentirse reflejada. También consideramos si la confesión puede traducirse al lenguaje cinematográfico. Algunas fantasías, quizás no encuentren su mejor expresión a través del cine; otras, en cambio, traen consigo una narrativa fuerte que permite trabajar con la estética, la atmósfera, el ritmo y el juego visual. Escuchar el deseo de alguien y convertirlo en una experiencia audiovisual auténtica, conmovedora, que invite a reflexionar y que perdure en el tiempo; ese es el reto, y la belleza de este proyecto.
—¿Cómo el cine erótico puede influir en la educación sexual de las nuevas generaciones?
—El cine erótico no está pensado para reemplazar la educación sexual, pero sin duda puede influir en cómo nos relacionamos con el deseo, los cuerpos y la intimidad. Nos guste o no, las narrativas audiovisuales influyen en cómo imaginamos el sexo: lo que esperamos, cómo nos comportamos, cómo entendemos el placer y el poder. Por eso la representación importa tanto. El cine erótico puede ser una poderosa fuerza cultural cuando se hace de manera consciente. No para enseñar reglas, sino para expandir la imaginación. Para mostrar que el sexo puede ser lento, alegre, mutuo; que existen diferentes cuerpos; que el placer no es una actuación y, sobre todo, que el consentimiento es el comienzo de todo. Se trata de ofrecer alternativas, porque cuando las personas crecen viendo solo un tipo de sexo, cuerpo, dinámica, empiezan a creer que eso es todo lo que existe. Pero cuando se exponen a representaciones más diversas, honestas y emocionalmente resonantes, algo cambia. Las historias que contamos sobre el sexo, cómo las filmamos, a quiénes damos protagonismo, lo que elegimos mostrar, pueden ayudar a que las próximas generaciones se sientan más libres, más curiosas y más conectadas con su propio deseo.
*Sex Coaching, Educadora sexual, podés seguirla en Instagram en @flopipeych