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sábado, mayo 24, 2025

En General Roca, Edgardo Lanfré presenta “Un maruchito en la Patagonia”

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Será en el marco del séptimo aniversario de la Escuela de Arte Popular del IUPA. La historia de un infanticidio que se convirtió en hecho de religiosidad popular y más recientemente, en novela.

Edgardo lleva su faceta literaria al Valle. Una historia que se expandió en la estepa patagónica. Foto: archivo

Cruel asesinato primero y fenómeno de religiosidad popular después, el desventurado final de Pedro Farías alcanzó ribetes literarios en los últimos tiempos de la mano de Edgardo Lanfré a través de su novela “Un maruchito en la Patagonia”. El cantautor y escritor dará a conocer su obra el próximo viernes (23 de mayo) en General Roca, en el contexto de los festejos que organizó la Escuela de Arte Popular por su séptimo aniversario.

Más allá de su inminente cita en el Valle, se trata de un trabajo que se entromete en la Patagonia profunda. “Lo que va a encontrar el lector es la historia de Pedrito Farías, un niñito que en 1919 se desempeñaba como marucho en una tropa de carros. El marucho era como el che pibe y este chico, del que no se tienen muchos datos del tipo de dónde era y quiénes eran su familia, apareció conchabado en esa tropa y al pasar por Aguada Guzmán, en el camino que iba de lo que hoy es Jacobacci a Roca, falleció trágicamente en un paraje que se llama Barda Colorada”, introdujo el autor en diálogo con El Cordillerano.

“El desencadenante fue que tocara una guitarra, porque parece que el capataz de la tropa, Onofre Parada, tenía una”, añadió Lanfré, que de encordadas entiende bastante. “El nenito intentaba tocarla, el hombre ya lo había amenazado para que no lo hiciera y una noche, no pudo con la curiosidad, la tocó y el hombre lo apuñaló. Agonizó un par de días y finalmente murió, quedó enterrado y después, hay varias versiones”, deslizó.

Sin darle espacio al suspenso, contó el músico: “la tradición oral dice que el cajoncito empezó a salir de la tierra, vaya a saberse si empujado por algunas raíces o por la erosión, pero eso hizo que la gente interpretara una señal. Empezaron a pedirle favores y así se fue constituyendo en un santito popular”. Otros testimonios reforzaron la fe: “lo habían enterrado al lado de un almacén de ramos generales y la dueña, una mujer viuda, contaba que un día, un par de integrantes de la banda de (Juan Bautista) Bairoletto la habían intentado asaltar, la tuvieron mal, encañonada, pero pensó en el maruchito, pidió que la ayudara y esta gente desistió y se retiró. Esas y otras cuestiones hicieron que fuera surgiendo la devoción”, redondeó Lanfré.

El músico dio con la historia “allá por los 80, cuando conocí a Elías Chucair, en una charla informal sobre cosas de la región y siempre tuve curiosidad”. Más cerca en el tiempo, “decidí contarla a través de una ficción que en realidad está anclada en los hechos reales”, aclaró. “Para hacerlo elegí un personaje, un hombre que trabaja en la tropa y va narrando los hechos”.

Toda la estepa

En particular, “lo que más me llamó la atención es el fenómeno de devoción que se dio alrededor de la figura del maruchito, porque surgió espontáneamente desde la gente de Aguada Guzmán y después se fue irradiando hacia los parajes. Hoy está extendida a casi toda la estepa rionegrina. Después, cuando comenzó a divulgarse, apareció la Iglesia cristiana y empezaron a hacer misas y celebraciones, pero al principio era algo pagano”, destacó el escritor.

En el camino de las historias.

El cronista arriesgó que El Maruchito -con mayúsculas- tiene más arraigo en el Valle que la zona cordillerana. “Coincido”, ratificó Edgardo. “Debe ser porque en aquellos tiempos y hasta varios años después, las que llevaban y traían eran las tropas de carros. Las que venían de Trelew por Telsen y esa zona, más las que llegaban de San Antonio Oeste, confluían en un lugar que se llamaba Quetrequile, al sur de lo que hoy es Jacobacci. Ahí había casas de comercio muy grandes, pero después cuando pasó la Línea Sur, prácticamente ese pueblo se mudó y desapareció físicamente. Esas tropas eran las que comerciaban con el Valle, ya sea con (General) Roca a través de una balsa que había en Paso Córdoba o con Neuquén a través de Balsa Las Perlas. Yo creo que fue a la vera de esos caminos de carros que se esparció el fenómeno de El Maruchito”. Tiene lógica.

Por otro lado, y “más allá del fenómeno de fe, me llamó la atención la historia del niño trabajador. Que, en aquellos tiempos, un nene de 11 o 12 años despojado de cualquier tipo de derechos, anduviera por esos caminos frente al maltrato y todas esas cosas”, lamentó el autor. “Si bien en la novela no lo digo, es algo que todavía hoy pasa en la ruralidad, aunque también en las ciudades: la explotación infantil”.

Lanfré sabe de “nenitos que no están escolarizados y andan de peones en los arreos o en las estancias. Eso me llamó la atención, por la crueldad de aquellos tiempos”, subrayó. “En los últimos años también como músico, porque la gente del IUPA (Instituto Universitario Patagónicos de las Artes) ha tomado la celebración y en octubre o noviembre, se recrea la Pasión del Maruchito en Aguada Guzmán. El IUPA lleva chicos de toda la provincia con guitarras a cumplirle el sueño a Pedrito, como una metáfora que lo reivindica y de paso, aporta en la difusión de los derechos de la infancia”, valoró.

Investigaciones

Durante las presentaciones del libro “hablo un poco del contexto paisajístico y también de lo que investigué sobre cómo era la vida en las tropas de carros: los recorridos que hacían y las postas que había, más todo lo que giraba alrededor. Cuando llegaban y desenganchaban, el marucho lo que hacía era cuidar las mulas, llevarlas a pastar y cuidar los animales que llevaban para consumo”, ilustró. “También sufría los asaltos, porque había cuatreros que asaltaban esos carros, que llevaban de todo: generalmente cuero y lana, y traían para surtir a los pueblos de la Línea Sur, la meseta o la estepa, bordalesas de vino, fruta, verdura, legumbres… Es difícil contar una historia cuando ya se sabe el final”, admitió Lanfré, pero “después quedo para responder algunas preguntas de la gente.

Para Edgardo, tener la chance de dar a conocer su faceta literaria fuera de Bariloche tiene su valor. “Es lindo sentir que trasciende la obra de uno y también, el hecho de ser un difusor de una cultura que a veces, está oculta”, lamentó. “A veces, acá en Bariloche, que está tan cerca, la Línea Sur parece una cosa abstracta de la que no se conoce lo que realmente pasa: las alegrías, tragedias y tristezas”.

También es relevante para el autor el anclaje de su libro. “El fenómeno de El Maruchito tiene que ver con una historia que sucedió. De hecho, el asesino del nene murió en algún lugar de la Meseta de Somuncura, fue una persona con nombre y apellido, hubo causas judiciales y todo”, insistió. La cita roquense se concretará desde las 18 en IUPA Central. El encuentro literario con Pedrito Farías y su desventura, cuando el lector/a quieran disponer.

Redacción

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