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sábado, mayo 24, 2025

«No se trata de suplantar a una pareja anterior”: un psicólogo analiza cómo funcionan las familias ensambladas cuando hay caos, rivalidad y disputas públicas

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En tiempos donde la vida privada de las celebridades se ventila sin filtros en redes sociales, los conflictos de pareja trascienden el ámbito íntimo y se transforman en contenido viral. Pero cuando hay hijos de por medio, la cosa se complica. Y los efectos pueden ser devastadores.

¿Qué pasa con los chicos cuando sus referentes emocionales se sacan chispas en Instagram? ¿Cómo afecta el ingreso de una nueva figura parental al ecosistema familiar ya sacudido por la ruptura? ¿Cómo debe comportarse una persona cuando su expareja suma a la vida de sus hijos la figura de una madrastra o un padrastro?

Mel Gregorini, psicoterapeuta cognitivo-comportamental, viene abordando con profundidad el fenómeno de las familias ensambladas en charlas de psicología forense dirigidas a psicólogos, psiquiatras y abogados. Aquí, reflexiona sobre los efectos que tienen las nuevas parejas en la estructura familiar y despliega herramientas para contener a los menores, tomando como disparador el caso mediático de Mauro Icardi (32), la China Suárez (33) y Wanda Nara (38).

“No se trata de suplantar a una pareja anterior, sino de reordenar los vínculos para que cada figura cumpla su rol”, explica el especialista. En la imagen, Icardi y Suárez junto a Rufina Cabré y Amancio y Magnolia Vicuña en el festejo de Pascuas.

Familias ensambladas e hiperexpuestas: la intimidad como espectáculo y los efectos en los menores

–¿Qué efectos puede tener en los hijos ver a sus padres y padrastros/madrastras exponer sus conflictos íntimos en redes sociales o medios?

–Los efectos de esta exposición pueden ser realmente devastadores. Les genera un conflicto interno muy profundo, especialmente en su forma de relacionarse. Lo más tremendo es cómo empiezan a ser mirados por los otros a través del comportamiento de sus padres, padrastros o madrastras.

Eso produce ansiedad, crisis de angustia, trastornos en la alimentación, dificultades para jugar o disfrutar. Muchas veces, dejan de vivir una vida “normal” y todo pasa a estar teñido por la angustia.

En esos contextos, muchos chicos y chicas –especialmente en el inicio de la adolescencia– no comparten el estilo de vida del nuevo integrante de la familia, y ahí es cuando empiezan a hacer síntomas.

Esos síntomas se reflejan en lo que llamamos fallas básicas en el aprendizaje: problemas en la escuela, en clubes, en las actividades cotidianas. Es como si el niño o la niña se apagara, se volviera más retraído, más deprimido –sin llegar, quizás, a un cuadro clínico–, pero claramente se aíslan del mundo de relaciones.

En la imagen: la story en la que Icardi señala a la madre de sus hijas como manipuladora. “Cuando los adultos exponen sus conflictos en redes, los hijos dejan de disfrutar y viven la vida tamizada por la angustia”, advierte el psicólogo Mel Gregorini.

–En casos como el de Mauro Icardi, que se muestra muy activo y confrontativo en redes, ¿qué rol juegan los adultos cuando convierten su intimidad familiar en espectáculo?

–El rol de Mauro Icardi, la verdad, es bastante patológico. Hay una fuerte presencia de narcisismo: no puede aceptar que la otra persona rehaga su vida dentro de una lógica emocional saludable. Busca, en este caso, usar a otra mujer –China Suárez– para suplantar a la anterior pareja. Entonces, las dinámicas familiares que deberían ordenarse terminan siendo un verdadero caos.

El espectáculo que se arma alrededor de su vida personal genera un desorden que impacta directamente en los hijos. Se transforma en una especie de juego delirante, donde todo es confrontación con su entorno. Y eso genera dudas sobre si realmente está cumpliendo con su rol paternal. Su foco debería estar puesto en el bienestar de los niños, tal como lo establece la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.

Una cosa es el entretenimiento, y otra muy distinta es cuando la vida real se convierte en un espectáculo grotesco. Ahí los chicos quedan atrapados en situaciones de tensión constante y muy conflictivas.

El caso Icardi, según Gregorini: “Hay un narcisismo que convierte a las personas en objetos y deja a los hijos atrapados en un juego de locos”. En imagen, una antigua story que compartió Mauro Icardi en la que la China Suárez patina junto a Isabella, la hija menor de Wanda, a poco de blanquear su relación.

La «banalización del sufrimiento infantil» o cuando se fuerza a los niños a ensamblar: «El centro no debe ser la nueva pareja»

–¿Puede una exposición mediática constante intoxicar el proceso de ensamblar nuevas parejas en una familia con hijos?

–Sin dudas. La exposición constante no sólo no ayuda, sino que dificulta muchísimo. Tensiona, intoxica. En un video que vi, por ejemplo, dentro de un ascensor, se escucha el grito de una hija. Fue desgarrador. Una situación completamente innecesaria, cargada de violencia emocional. Los chicos no tienen por qué atravesar esas escenas.

Son conflictos entre adultos que deberían resolverse en la justicia, no en las redes sociales. Pero en este caso hay una banalización absoluta del sufrimiento infantil. No hay conciencia del daño que se les está haciendo.

–¿Qué sucede cuando de la otra parte no se acepta que la nueva pareja de un ex se convierta en madrastra o padrastro de sus hijos?

–Cuando eso sucede, se genera un cortocircuito emocional. Se instala una lucha de poder entre adultos, y los niños quedan en el medio. El rechazo puede responder a inseguridades, celos, miedo a ser reemplazado o, incluso, a no poder sostener la propia identidad sin esa estructura anterior.

Pero lo fundamental es entender que una nueva pareja no viene a suplantar a nadie, sino a ocupar un nuevo lugar que puede ser complementario, siempre que se actúe con respeto, empatía y responsabilidad afectiva.

¿Cuándo una familia ensamblada va por buen camino? “Cuando hay afecto, comunicación y cada miembro entiende su lugar sin invadir al otro”, explica Gregorini. Otra imagen de Eugenia Suárez, en la que posó con su hijo Amancio y con Isabella y Francesca Icardi.

–¿Qué lugar deberían ocupar los niños cuando los adultos están reorganizando su vida amorosa tras una separación?

–El centro no debe ser la nueva pareja, sino el bienestar de los chicos. Los adultos tienen que tomar decisiones amorosas, sí, pero sin convertir a los hijos en espectadores o víctimas de esa transformación.

Deben mantenerse al margen del conflicto y ser protegidos emocionalmente. Los niños no tienen que cargar con las consecuencias de las elecciones sentimentales de sus padres.

El rol de un padrastro o madrastra: «Tiene que sumar sin intentar suplantar y respetar tiempos y espacios»

–¿Cómo juega la exposición de los niños en medio de los juegos adultos?

–Es directamente nociva. Expone a los niños a dinámicas que no pueden procesar ni entender, y eso deja huellas. Los convierte en botines emocionales, en piezas de ajedrez. Se ven obligados a tomar partido o adaptarse a situaciones que no eligieron. Y eso vulnera derechos fundamentales.

–¿Cuándo una nueva pareja se convierte en figura de referencia para los hijos de una relación anterior? ¿Y cómo se da ese traspaso o incorporación emocional?

–Cuando la nueva pareja entra de forma respetuosa, positiva, empática, y no intenta suplantar, sino sumar. Esa figura puede convertirse en un canal de reordenamiento emocional para toda la familia.

Si hay respeto por los tiempos, por los espacios, y sobre todo si los adultos acuerdan los roles, la incorporación se da de manera natural. Esa persona puede convertirse en un gran sostén para el niño, y también en un aliado para los vínculos entre los adultos.

Las señales de una familia ensamblada responsable afectivamente

¿Qué señales muestran que una familia ensamblada va por buen camino, más allá del caos inicial?

–La señal más clara es cuando hay buena comunicación y afecto. Cuando cada uno conoce su rol y lo ejerce sin invadir al otro. Cuando se puede decir “nos llevamos bien” sin hipocresías, es porque hay identificación, respeto y orden. Eso es lo que genera una dinámica familiar saludable.

–¿Existe una forma de ensamblar una familia sin que los chicos queden en el medio como campo de batalla?

–Sí, claro. Se puede, siempre y cuando no haya violencia ni humillaciones. Si hay comprensión, buenos tratos y respeto por los procesos individuales, una familia puede transformarse o incluso separarse sin desgarrar a los hijos. El problema aparece cuando se pierde el control, cuando lo que queda es la agresión. Ahí es cuando se fragmenta todo.

–¿Qué frases, gestos o acciones demuestran que un niño se siente seguro cuando su familia se ensambla bien?

–Hay frases muy potentes que dicen los chicos y que son señales de que algo está funcionando: “Me gustó que viniera”, “¿Por qué no se queda a cenar?”, “¿Vamos a pasear con él?”. Cuando un niño sonríe, juega, pregunta por la otra persona, quiere interactuar, quiere saber más… ahí es donde empieza el verdadero ensamblaje.

No se trata de forzar, sino de dejar que florezca lo que se había roto con la separación. Y eso sucede cuando los adultos están disponibles emocionalmente, y no usando a los niños como peones para sus guerras personales.

Fotos: redes sociales.

Redacción

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