Por Mariela Blanco
¿Sabías que cuando se inauguró el Obelisco en Buenos Aires nadie se ponía de acuerdo? Para algunos era el símbolo de una Buenos Aires moderna. Para otros, un disparate. ¡Hasta le pusieron apodos poco simpáticos!
Lo llamaron “pinchapapeles de cemento”, “falo triste” y hasta “impúdico sexo de la ciudad”. ¡Qué carácter!

Lo cierto es que esta “espada de plata refulgente”, como la llamó el poeta Baldomero Fernández Moreno, hoy es un ícono indiscutido de la ciudad. Mide 67,5 metros (como un edificio de 32 pisos) y lo construyeron en sólo 31 días. ¿Quién lo hizo? Un consorcio alemán con nombre difícil: G.E.O.P.E. – Siemens Bauunion – Grün & Bilfinger.
Lo levantaron en 1936 para celebrar los 400 años de la primera fundación de Buenos Aires, la de Pedro de Mendoza. El arquitecto Alberto Prebisch fue quien lo diseñó tan sobrio, elegante y perfectamente ubicado justo en el cruce de las avenidas más importantes.
Pero en 1939 quisieron demolerlo. Por suerte, el intendente Arturo Domingo Goyeneche lo impidió y se entendió que el Obelisco ya no era solo de la ciudad, sino de todos los argentinos.
Desde entonces, se convirtió en testigo de campeonatos ganados, protestas y celebraciones. Tiene algo del tango y mucho de orgullo porteño. Y aunque no habla, es el centinela de Buenos Aires
