Sucedió hace veintisiete años, treinta y dos luego de que la serie Misión imposible se convirtiera en película y reconfigurara el cine de acción desde el rostro de Tom Cruise.
Sí, aquella tarde el noviembre de 1998 GENTE reunió a Lalo Schifrin, el ideólogo de Theme from Mission: Impossible, la composición musical que primero acompañó a 206 episodios de televisión y luego cada filme en la pantalla grande, y a Juan Ponce de León, actor, galán y músico de Verano del 98, la tira de Cris Morena que encendía otra mecha cada tarde por Telefe: la del romance y las historias de vida adolescentes.

¿Motivo de aquel encuentro? Dos. La primera: Para anunciar que por tercera vez en lo que iba del año Ponce de León era invitado a cantar en una orquesta dirigida por el maestro Schifrin. Segunda: Para desandar la maravillosa relación que al caballero de 66 años (hoy de 92) y al muchacho de (22, hoy de 49) los había venía hermanado hacía poco desde la música, el arte que los unía, une y unirá para siempre.
Reversionamos, en tiempo real, aquel cruce con GENTE como testigo directo y exclusivo.
LALO SCHIFRIN: “LA HISTORIA SE REPITE PERO NO DE MANERA EXACTA: YO QUERÍA DIRIGIR UNA ORQUESTA GRANDE, Y JUAN AHORA QUIERE CANTAR DELANTE DE UNA ORQUESTA GRANDE”

Esta nota comenzó al apagarse el grabador de GENTE. Fue cuando el alumno abrió la compactera Sony, introdujo Explorations, de Bill Evans Trio, presionó play, y el maestro, sin presentación alguna y con sorpresa general, dio por inaugurado su concierto casero, arrebatándole al piano Cusso Sfha sus mejores sonidos. «¿Está bien éste, el tema Israel?», preguntaba el alumno. «Sí, pero más fuerte. Más fuerte», reclamaba el maestro.
El alumno y el maestro.
Alumno de aspecto informal -barba de tres días, vestimenta sport, aro plateado en el lóbulo de su creía izquierda, bocanadas de cigarrillo rubio-. Maestro de imagen clásica -cutis lampiño, traje impecable, jopo imperturbable, bocanadas de pipa dulce-.
El alumno es Juan Ponce de León (actor y músico, soltero: hijo de César, un cantante de ópera con su mismo registro -barito no atenorado-). El maestro, Lalo Schifrin (director de música consagrado en el planeta Tierra y alrededores: dos matrimonios, tres bebés, un nieto; hijo de Luis, violinista).
El alumno y el maestro y esta historia en común, cuando la cinta todavía corría.

Lalo: Si Juan hubiese tenido como ejemplos de niñez y juventud a cantantes de morondanga, seguro me daba cuenta y no lo elegía. Como sostenía Borges: «Genio es quien sabe elegir sus influencias”. Me gustó escuchar de su boca: «Mis ídolos son Frank Sinatra y Tony Bennett”.
Juan: Es lo que se ponía en casa. Estudié piano, tuve bandas, aprendí a tocar guitarra, a componer por ejemplo la música de los filmes Sol de otoño y El faro: ahora soy Juan en Verano del 98, pero aquellas influencias jamás las abandoné.
-¿De entrada nomás podría decirse que lo convenció su personalidad, Lalo?
-Hablar, todos hablan. Nosotros ahora hablamos pero yo no sé cómo canta usted.
-Tampoco quisiera.
-Me gustó el casete que mandó. No sabía qué esperar al presionar play.

-Todo arrancó en febrero, ¿cierto Juan?
-Cierto. Nuestro nexo. Daniel de Quesada, agente de Lalo en Sudamérica y mi representante aquí. Un domingo me invitó: “Lalo está libre. Vamos al (Hotel) Plaza”. Acepté de cholulo. Hablamos de música, jazz. Me preguntó si cantaba. Le conté que sí, que incluso había compuesto algunos temas. “Mandame tu casete a mi casa de Los Ángeles”. Y lo mandé.
Lalo: No existe la política para la música. Si hubiese sido otro mamarracho, no avanzaba. Pero tampoco me sorprendí. Le pregunté si se animaba a cantar New York, New York los dos primeros días de mayo en la Facultad de Derecho, acompañado por una orquesta de 70 músicos.
-En una de ésas, Juan, sentiste lo mismo que Lalo cuando debutó con Rapsodia Azul en el Teatro Ópera…
Juan: … Había 5.000 personas. Te lo defino en algo cursi: fue el sueño del pibe.
-Lalo, no parece poca cosa su logro.
Lalo: Sentí algo así cuando Dizzy Gillespie me descubrió acá y me llevó a los Estados Unidos. Las historias se repiten pero no de manera exacta: yo quería dirigir una orquesta grande, y él ahora quiere cantar delante de una orquesta grande.
JUAN PONCE DE LEÓN: “LALO FUE GENEROSO. LO SIENTO MI PADRINO MUSICAL ¡Y QUÉ PADRINO!: GRAMMY, NOMINACIONES PARA OSCAR, EMMY… HAY UN ANTES Y UN DESPUÉS DE SCHIFRIN EN MÍ”

«Esa misma cinta que le entregué a Lalo (tenía dos temas: Fly me to the moon, de Sinatra y El rey, escrita por Eduardo Mignona, su padrastro, con música del propio Juan), había dado vueltas por montones de compañías discográficas», continúa Ponce de León. «‘La voz nos encanta, pero con esta música de jazz no vendés nada’, contestaban como devolución. Me ofrecieron hacer rap. una onda Luis Miguel. Yo seguía tocando en bares. No transé. Conclusiones al margen, lo de Lalo fue generoso. Lo siento mi padrino musical ¡Y qué padrino! Dirigió a los Tres Tenores, musicalizó millones de filmes y series; ganó no sé cuántos Grammy, nominaciones para Oscar, Emmy… Hay un antes y un después de Schifrin en mí.
Lalo: Quizá uno aprende más con los jóvenes que con nadie. Yo fui presidente de la Fundación Músicos Jóvenes de Los Ángeles, y las orquestas de los estudiantes competían mano a mano con las profesionales. Además, sé cómo comunicarme con los músicos nuevos.
Juan: Es bueno escucharlo (respira).

-… Más sabiendo que el primer profesor de Lalo -Enrique Barenboim- le golpeaba los dedos con un lápiz cuando erraba una nota de piano.
Lalo: En esa época todos los profesores pegaban.
-¿Qué hay de Lalo?
Juan: Por ahora no. Por ahora (lanza una carcajada).
-Hace un par de años, durante un viaje de trabajo por Amazonas que compartimos con Cris Morena, su hijo Tomás Yankelevich y Juan -entonces desconocido para la tevé-, el propio Juan deslizó una frase que nos quedó grabada: «Haga lo que haga, mi fin último es vivir de la música». Lalo, ¿alguna vez debió relegar su vocación por necesidad?
Lalo: Nunca. Trabajé en un cabaret americano tecleando el piano por propinas, vendí composiciones en París para vivir; hasta me gasté un sueldo por querer impresionar a cierta chica de la alta sociedad francesa llevándola a un restaurante carísimo, pero… nunca.

-¿Hay mejores musas que las mujeres?
Juan: No. El 80 por ciento de mis temas tiene que ver con las damas que pasan, que quedan o que te desechan.
Lalo: Yo soy un músico abstracto, instrumental. Me gustan las mujeres y hasta he mentido de manera despiadada: «Te dedico esto». Sin embargo, mi inspiración es el pánico por entregar, no la luz de la luna.

-Lalo, hace quince años declaró: «Cuando me retire voy a enseñar qué es lo que no hay que hacer con la música.» ¿Alguna sugerencia para adelantarle a Juan?
Lalo: Ya no pienso en retirarme. Lo que sí, quisiera compartir aquello que fui aprendiendo: tender a lo simple, romper las reglas sólo si las aprendiste. No sé. Por encima de acercarle consejos, Juan es autocrítico. Dimos juntos el puntapié inicial. Ahora debe jugar los partidos solo y meter goles. El movimiento se demuestra andando.
Juan: Ésa es mi idea: volver a tomar clases de canto y de composición y hacer la mayor cantidad de show posibles. Sería «La Gran Orquesta Argentina de Jazz», acompañada modestamente, por mi persona.
Lalo: Mi sugerencia, llamalo: «La Gran Orquesta Argentina de Jazz presentando a Juan Ponce de León». Suena mejor ¿no?
Juan: Suena mejor, sí.
Fotos: Archivo Revista GENTE
Arte de portada: Silvana Solano