Pese a que en los instantes finales del partido, cuando solo unos segundos separaban al Espanyol de la salvación, desde la megafonía se advirtió a los aficionados que no se movieran de sus asientos, la parroquia perica saltó de inmediato al campo con el pitido final, insuficiente e impotente el dispositivo de seguridad. En unos instantes el terreno de juego pasó del verde del césped al blanquiazul de los hinchas.
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