En noviembre, François Pinault salió del índice Bloomberg de las cien mayores fortunas del planeta. Su patrimonio, antaño de proporciones faraónicas, se encogía hasta los 20.300 millones de dólares. El derrumbe, el mayor del ranking, era solo el prólogo de un cambio más profundo: el fin de una era. Kering, la empresa maderera que fundó en 1963 y que transformó en conglomerado de lujo a golpe de adquisiciones y rivalidades con LVMH, había dejado de dar alegrías. Gucci, su joya más brillante, se apagaba. El imperio empezaba a tambalearse.
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