La Torre Iris, en el número 1 del Passeig de La Garriga, puede presumir de muchas cosas. De su ubicación (en la Manzana Raspall, junto a tres casas más de este arquitecto) o de tener tres viviendas independientes pese a su apariencia de elegante torre de veraneo de principios del siglo pasado. De sus proporciones y equilibrio, de su jardín, de sus tonos crema en el exterior y del cromatismo interior… La Torre Iris es un homenaje a la artesanía en todas sus facetas de la que ahora también puede volver a presumir toda La Garriga. A sus 115 años, la casa ha renacido tras una rehabilitación integral que la ha devuelto su esplendor original. Lista para ser estrenada de nuevo.

La Torre Iris está situada junto a la plaza del Silenci, en la Manzana Raspall
Pau Venteo / Shooting
Es casi imposible no pasar por delante de la Torre Iris estando en La Garriga. Lo hacía a diario, desde que era niño y para ir a la escuela, Marcel Pascual, el empresario que ha impulsado la restauración de esta y otras joyas arquitectónicas del municipio (la Casa Ramos, la Casa Tombas, la Villa Josefina, Can Mallol o Filatures Mallol). La Torre Iris la compró durante los años ochenta y el proyecto de restauración ha tenido un solo propósito: fidelidad. No solo al qué sino también al cómo.
La casa, concebida como tres viviendas independientes de veraneo, se iluminará cada noche
Un equipo de restauradores y especialistas han trabajado en la recuperación del estocado, el esgrafiado, la vitrificación de las tejas (amarillas y marrones), la forja, los vitrales (que filtran la luz en el interior), la cerámica y los pavimentos hidráulicos usando los mismos materiales que propuso el arquitecto Raspall en 1910. “Hemos conservado todo lo que ha sido posible, desde la madera de pino original, hasta las piezas cerámicas, la forja de los balcones o las barandas haciéndolo compatible con instalaciones de última generación”, apunta Pascual.

Marcel Pascual en el salón de una de las viviendas
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Las tres viviendas independientes que forman la Torre Iris –los bajos con los jardines, el primer piso y la buhardilla– serán de alquiler. El jardín de la entrada y los sótanos, espacios compartidos para los futuros vecinos. La inversión en la rehabilitación más que triplica el valor de la casa, que está catalogada como Bé Cultural d’Interès Nacional.
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“El objetivo es mantener este patrimonio vivo”, razona Pascual, también destacado coleccionista de arte y mecenas. La puesta de largo de la renacida Torre Iris coincide con la celebración del Corpus en La Garriga y, a partir de ahora, el edificio se iluminará cada noche.

El estocado está presente tanto en el exterior como en el interior de la casa
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La chimenea de uno de los pisos
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La rehabilitación ha mantenido los elementos originales de la casa
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La cubierta de la Torre iris y, detrás, la Casa Barbey
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Un detalle del muro de la casa
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En realidad, los planes iniciales para restaurar el edificio se remontan a 2019, cuando la propiedad pidió una primera licencia de obras. Al ser un edificio protegido, y requerir el visto bueno del Ayuntamiento y del Departament de Cultura, los trámites se alargaron durante más de un año y medio. Y aquel primer intento quedó abandonado por la desidia institucional.

El timbre original de una de las puertas de entrada a una vivienda
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Tras un problemático alquiler, el proyecto se retomó hace un año. Mientras duraron las obras, una gran lona cubrió el andamio que envolvía la casa y en ella, este mensaje: “Contribuyendo a la mejora del patrimonio de la Garriga (sin ayuda institucional)”.