
Barcelona
Los vendedores ambulantes sin permiso también están resueltos a aprovechar el progresivo incremento de turistas en Barcelona. El pistoletazo de salida de la temporada estival del top manta acostumbra a darse por Semana Santa, pero unos cuantos dispositivos de la Guardia Urbana en el centro de la urbe arrinconaron entonces a estos subsaharianos hasta el puente del Maremagnum, los alrededores del Museu d’Història de Catalunya, el lado de las verjas del paseo Joan de Borbó…

Los manteros también se apostan en la plaza Catalunya
Llibert Teixido
Estos días, sin embargo, a medida que la presión policial torna a ser la acostumbrada, las mantas bien desplegadas se dejan ver cada vez con mayor frecuencia en el corazón de la Rambla, en las cuatro esquinas de la plaza Catalunya, en el paseo de Gràcia, sobre todo frente a la casa Batlló y la Pedrera, entre las muy largas colas de visitantes… Tras varios amagos, los manteros toman de nuevo posiciones en muchos de los enclaves más visitados de la ciudad.

Un vendedor de souvenirs económicos en el tramo central de la Rambla
Llibert Teixido
En realidad, estos vendedores ambulantes vienen y van todo el rato a través de este largo y céntrico eje, normalmente en grupos reducidos de como mucho media docena, preferiblemente en metro, alertándose los unos a los otros de los últimos movimientos de los agentes de la Guardia Urbana. El cacareado plan Endreça destinado a garantizar el orden en el espacio público del gobierno del alcalde Jaume Collboni se enfrenta a partir de estas fechas a los compases del año más complicados. Obviamente, las camisetas del Barça con el nombre de Lamine Yamal a la espalda son los artículos más solicitados por los visitantes, mucho más que los complementos de toda la vida. Y siguiendo el camino de los manteros, otros vendedores ambulantes, principalmente de productos muy baratos, tratan también de aprovechar este gradual incremento de visitantes. Hablamos de abanicos, algunos juguetes infantiles y, sobre todo, de socorridos recuerdos a un euro.

Un bicitaxista en el lado mar del paseo Joan de Borbó
Llibert Teixido
La abundancia estas semanas de guiris despidiéndose de su soltería con vistosos disfraces y generosos rellenos en la entrepierna augura ya una alta demanda de recuerdos económicos, de imanes muy rústicos con alguna estampa de la ciudad. Hasta los pocos bicitaxistas que quedan en Barcelona tratan estos días de llamar la atención de los turistas, sobretodo en las proximidades de la Barceloneta. Son los últimos conductores de este tipo que se resisten a convertirse en repartidores en bicicleta.

El top manta también toma posiciones en el litoral de la ciudad, en los alrededores del Moll de la Fusta
Llibert Teixido
Porque la que viene a ser una de las principales prioridades del ejecutivo del alcalde Collboni acostumbra a desordenarse un tanto por estas fechas. Se trata del periodo de uso más intensivo del espacio público barcelonés. A pesar de que en ningún momento alcanzó las cotas de los mandatos anteriores, el verano pasado la venta ambulante sin permiso se desmadró de tanto en tanto en varios puntos de la ciudad.
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Entonces el Síndic de Greuges lamentó que pese a que las sanciones municipales por estas actividades se estaban incrementando en un 30%, las multas pagadas no alcanzaban el 3,5% de las interpuestas, que las medidas básicamente de carácter policial no hacían otra cosa que alimentar la estigmatización de estos vendedores y reducir sus posibilidades de regularización. Las primeras escenas de esta temporada tienen aire de déjà-vu .