Mientras unos esperan a que Trump lance o no su bomba penetradora en Irán y otros a que Génova encuaderne y sirva en fascículos grabaciones servidas por la UCO y entregadas por Koldo a cambio de ulterior inmunidad, los demás miramos la tele. Hemos visto (La 1, miércoles) salir con los pies por delante en sarcófagos egipcios a los protagonistas de La familia de la tele (cancelada la gran apuesta de TVE para las tardes), y hemos visto también a un maravilloso coro de niños cantar la vibrante canción Como Camarón de Estopa (con Estopa delante) en la última entrega del curso de La revuelta (La 1, jueves noche): ha sido la muestra de lo que habían planeado para las calles (Callao) de Madrid y que las autoridades municipales aconsejaron abortar para evitar problemas de seguridad. ¿Problemas? Un portal (Vertele) de noticias televisivas publicó la idea de La revuelta de poner broche a su temporada sacando a Estopa a la calle (como en Navidades a la cantante Amaia, espectacular), y eso asustó a los municipales: Broncano, por responsabilidad, decidió quedarse en casa. En todo caso, estas expectativas de revuelo popular han sido un termómetro del éxito y eco de La revuelta: debutó el 9 de septiembre explosivamente y despide su primer curso consolidando una oferta muy atractiva que ha ganado muchos telespectadores nuevos para TVE.
El llamado ‘negro de Banyoles’ ha sido identificado por este documental: era jefe de su tribu y se llamaba…
TENÍA NOMBRE. También hemos visto en Sense ficció (3Cat, martes noche) el documental El negre té nom, del sabadellense Fèlix Colomer. Meritorio trabajo que identifica al disecado negro de Banyoles : reúne testimonios de la conservadora del Museu Darder de Banyoles, Georgina Gratacós (que defiende que el negro debiera seguir siendo exhibido), de la familia de Alphonse Arcelin (haitiano-catalán que denunció el racismo implícito en tal exhibición) o del colega Miquel Molina, cuyo libro Naturaleza muerta le convirtió en gran especialista del caso. Es emocionante el final de El negre té nom: sus descendientes documentan su genealogía y localizan su identidad: el negro murió con 27 años en 1830, jefe de la tribu bathlaping, en Dithakong (Sudáfrica), su cuerpo fue robado por los hermanos Verroux, disecado y exhibido. Era un ser humano. Y tenía un nombre: Molawa (VIII), que significa el que sufrirá . – @amelanovela